Siempre, cuando se cree amar, se busca cambiar al ser amado.
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El amor les está reservado a aquellas personas que tienden a dominarse.
Una mujer puede llegar a hacer el amor por pura gratitud, pero sin obtener placer. El hombre, en cambio, haciéndolo también por gratitud, no deja de cobrarle lo suyo al placer.
El desamor es el privilegio más costoso de los egoístas.
No es que se mate lo que se ama sino que lo que nos ama termina por matarnos.
La mujer, quien bíblicamente se nos presenta como la compañera natural del hombre es, sin embargo, a un mismo tiempo su creadora.
A la mujer, si no te gusta, déjala; pero lo que no te guste de ella no se lo digas si no quieres que sea ella quien te deje.
Sólo quien es capaz de llorar es capaz de amar.
En todo caso, la antesala del amor y su requisito previo, más que el fugaz conocimiento mutuo, es la amistad. No existe, entonces, el amor a primera vista.
Cuando las necesidades sexuales del hombre son mayores que su sentido común, su sentido del amor queda desplazado.
Mientras que el hombre tiene a la pornografía como un placer, la mujer hace del placer erótico un culto.
