Las dos tablas de la Ley .

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04/09/2006#N11306

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Las dos tablas de la Ley

Abraham Skorka



Los estudios históricos reconocen el concepto de 'espiritualidad' en múltiples culturas. En la hebrea tiene un desarrollo preeminente; plasmó el credo en un único Dios absolutamente metafísico, creador de todo lo existente ex nihilo, que ha insuflado en el cuerpo material del ser humano un hálito de su Ser divino al otorgarle el don de la existencia. Dicho credo demandó, por un lado, la extirpación de todo elemento teogónico y mitológico, característico del mundo pagano, y por el otro, la búsqueda de un encuentro con Dios. Estos son los rasgos que definen la espiritualidad en la Biblia y sobre los que se desarrolló el pensamiento rabínico, y que servirán como base y referencia en la presente exposición 1.



El paso primordial para acercarse a Dios, desde la concepción bíblica, pasa indefectiblemente por el acercamiento al prójimo. Si bien para descubrir y sentir la presencia divina, los grandes profetas se aislaron en la soledad del desierto (verbigracia: Moisés, Elías), una vez alcanzado un diálogo con Dios, recibían de Él un mandato para volver a su pueblo con una misión específica a fin de mejorar la condición humana.



El desafío bíblico no se reduce al mero logro de haber generado en el seno de la sociedad algunos individuos santos, sino de una comunidad de santidad, o sea que obra sobre la base de una escala de valores que refleja el respeto por lo excelso de la vida 2. En el libro de Números (11: 24-29) se nos relata acerca de dos personas, entre las setenta elegidas para conformar el tribunal que debía asistir a Moisés, que comenzaron a profetizar en el seno del pueblo y no junto a sus pares recibiendo la inspiración divina en el Tabernáculo, bajo el influjo de Moisés. Josué, discípulo dilecto de Moisés, le sugiere encarcelarlos por tal acción que eclipsaba la exclusividad espiritual del líder en el seno del pueblo. Su respuesta fue: “¿Es qué estás tú celoso por mí? ¡Quién me diera que todo el pueblo del Señor profetizara porque el Señor les daba su espíritu!”.



El ideal al que debe tender el pueblo, según Moisés, es el de una sociedad de gente de elevada espiritualidad y no solamente de líderes espirituales que conducen a una masa con endebles valores que ante cualquier adversidad libera sus pasiones destructivas.



Moisés no arriba a esa concepción como resultado exclusivo del análisis sustentado en su conocida humildad (Números 12:3), sino también como ideal que el propio Creador le ha propuesto al pueblo después de haberlo redimido de la esclavitud en Egipto y previo a revelársele en el monte Sinaí (Éxodo 19:6): llegar a ser un reino de sacerdotes y pueblo de santidad.



En el libro de Amós aparece un clamor divino en la boca del profeta que define en sí mismo el desafío de la espiritualidad bíblica (5: 4): “Dirshuni veJyiu” (“buscadme y viviréis”). Pero ¿qué significa buscar a Dios? Otro versículo, del libro del profeta Miqueas, que utiliza el mismo verbo -DRSh, que denota el concepto de requerir- contiene la respuesta (6: 8): “¿quieres saber lo que el Señor requiere (Doresh) de ti? Hacer justicia, amar la piedad y caminar con recato junto a tu Dios”. Nuevamente vemos que la espiritualidad comienza en las realidades y problemáticas terrenales, y sólo cuando éstas son resueltas con justicia y piedad, se puede comenzar a labrar la senda que conduce plenamente a un acercamiento con lo Divino. Para requerir la presencia de Dios, a fin de vivenciar plenamente la existencia, el Creador pide que el hombre obre con justicia y piedad para con su prójimo.



En la Mejilta de Rabi Ismael 3, explican los sabios: “¿Cómo fueron dados los diez mandamientos? Cinco se hallaban escritos en una tabla y cinco en la segunda”. En la primera decía: “Yo soy el Señor tu Dios...”, y frente a esta: “No asesines”. De donde la Escritura viene a enseñar que quien asesina está empequeñeciendo la imagen de Dios... como reza el versículo (Génesis 9: 6): “Porque a imagen de Dios hizo al hombre”.



Dice: “No tendrás otros dioses ante Mí”, y enfrente: “No cometerás adulterio”; lo que viene a enseñarnos que quien sirve a un culto pagano estaría cometiendo adulterio contra Dios...



Dice: No jures en nombre del Señor tu Dios en vano, y frente a este mandamiento: No has de robar. De donde se deduce que todo aquel que incurre en robo finalmente jurará el nombre de Dios en vano...



Dice: Recuerda el Shabat para consagrarlo, y enfrente: No prestes falso testimonio contra tu prójimo, para enseñar que el judío que no respeta al Shabat testimonia delante de Dios que no lo considera el creador del cosmos en seis días habiendo descansando en el séptimo.



Dice: Honrarás a tu padre y a tu madre, y frente a él: No codicies la casa de tu prójimo... Para enseñar que quien codicia engendrará a la postre un hijo que maldecirá a sus progenitores y honrará a aquel que no es su padre.



Este midrash resalta que los diez dichos con que Dios se presentó al pueblo de Israel en el monte Sinaí, que resumen la esencia del credo, demandan tanto el respeto a Dios como al prójimo, que el uno se halla indisolublemente ligado al otro.



El primer vocablo del decálogo es el Yo con que Dios se autodefine dirigiéndose a cada uno de los Hijos de Israel, el último es: prójimo. Entre ambos se halla la individualidad de cada ser humano, y a ambos deben responder. Por lo cual, hablar acerca de una espiritualidad para nuestros tiempos demanda primeramente inquirir acerca de la presente realidad del individuo, comenzando por la de nuestras familias, siguiendo por la de nuestras comunidades, el país y el mundo.



El compromiso del individuo para obrar con rectitud, justicia, piedad y misericordia, es el fundamento básico para alcanzar el plafón necesario para la búsqueda de una dimensión de espiritualidad. Al obrar de tal modo, el individuo se transforma en paradigma para sus hijos y quienes se encuentran en su derredor. Pero ello no es suficiente.



Tal como se explicó anteriormente, la espiritualidad alcanza una trascendencia relativa cuando se circunscribe al ámbito de la individualidad. La trascendencia se complementa y adquiere dimensiones superlativas cuando los individuos espirituales, transformados en auténticos líderes del pueblo, logran insuflar en la cultura colectiva elementos de su propia espiritualidad que se manifiestan en las actitudes de las comunidades como un todo.



La bancarrota espiritual en la que se halla sumida la humanidad en el presente deviene de la imposición de una mentalidad consumista en el seno de las distintas sociedades, conformando parte integral de su cultura. Aun los rituales y oraciones de los distintos credos recibieron la espuria influencia del consumismo. El escepticismo frente al valor de la actitud que conlleva a lo trascendente en la existencia, por una parte, y la obnubilada fe en una realidad concupiscente post mortem, por el otro, se hallan rivalizando cobrándose miles de víctimas diariamente en atentados y guerras que dan testimonio de un presente en el que lo espiritual, en el sentido definido, ha sido expulsado en gran medida de la realidad humana.



La sociedad actual se caracteriza por generar hombres alienados. Sólo cabe en ella el individuo y sus necesidades hedonísticas, en medio de una realidad definida por

Zygmunt Bauman como 'modernidad líquida' por su inestabilidad a todo nivel (comenzando por el afectivo, el 'amor líquido'), de la cual muchos tratan de escapar adoptando rígidas formas religiosas que llevan a la intolerancia y al fanatismo.



La espiritualidad del hombre debe comenzar por la reconstrucción del hombre mismo. La corrupción, la miseria material y espiritual en la que se ven sumidas tantas sociedades de la gran familia humana conforman un marco en el que la desazón embarga el corazón de millones de jóvenes que hallan en las drogas y el alcohol la realidad virtual de una existencia vacua.



En los tejidos sociales subyacen, junto a los legados espirituales del pasado, las pasiones destructivas azuzadas por una cultura emergente en la que los valores son relativizados según intereses circunstanciales. En el mundo del presente el valor del barril de petróleo supera con creces al de la vida de muchos, y el ansia de poder por el poder mismo perturba las mentes de muchos líderes que sumen a sus pueblos en la miseria, despilfarrando los bienes con los que tanta injusticia podría ser rectificada.



Muchos son también aquellos que pese a todo siguen sustentando los valores de su sincera espiritualidad y los saben plasmar en acciones. Los que incólumes se mantienen como la vela encendida del relato bíblico en el que el joven Samuel asumió el compromiso de liderazgo del pueblo (Samuel 1, 3:3): “Y fue antes que la vela de Dios se apagase...”.



Son los que sirven de paradigmas que refuerzan los valores de muchos y de estímulo para que muchos otros los emulen. Las grandes e históricas religiones, con sus rituales y tradiciones, sirven de marco para incentivar a todos aquellos que se acercan a ellas buscando una puerta a la espiritualidad. Sin embargo, cabe aclarar que todo lo nombrado sólo puede servir de estímulo, pues el último y primordial paso lo debe dar cada uno en su soledad.



En el capítulo XII del Génesis hallamos un versículo sencillo cuya profunda comprensión resulta, sin embargo, muy compleja: “Le dijo Dios a Abraham: Vete de tu tierra, de tu patria, de la casa de tu padre, a la tierra que te he de mostrar”. ¿Qué hizo Abraham para que Dios se dirija a él de tal modo? Los relatos siguientes demuestran la enorme fe de Abraham en Dios, aquello que indujo a Kierkegaard a definir al primer patriarca como “el caballero de la fe” (Temor y Temblor, Buenos Aires 1990). Sin embargo, los relatos subsiguientes son la resultante de aquel primer mandato divino, en el que el Creador se revela a Abraham. ¿Cómo logró Abraham acercarse tanto al Eterno, para que Él se dirija a un simple mortal de esa manera? El primer paso es el primordial, los que siguen son la consecuencia. El texto bíblico calla, nos oculta lo acaecido. Los sabios del Talmud crearon todo tipo de relatos para explicar por qué Dios eligió a Abraham, completando así el vacío del texto bíblico. Sin embargo puede hallarse una explicación y sentido al silencio de la narración en el Génesis. Tal vez su intención sea la de enseñarnos que dicho conocimiento podría llegar a considerarse como esquema para toda búsqueda de acercamiento a Dios, y tal cosa no existe. Cada uno debe buscar su propia senda espiritual. Nutrirse de las experiencias del pasado, pero sabiendo que sólo pueden servir de fuente de inspiración al propio esfuerzo. La senda requiere el esfuerzo personal capaz de labrar el seno de la propia soledad e identidad. Lo espiritual debe ser auténtico y verdadero, y el famoso Rabí de Kotzk ya explicó, que toda verdad que es imitada deja de ser verdad.



Tanto nuestro país, así como la gran familia humana, se hallan sedientos de hallar un compromiso con lo espiritual. Por lo cual, todos los que hallaron una dimensión de espiritualidad en sus vidas tienen el desafío redoblado de proyectar su influencia y sapiencia sobre quienes se encuentran en su derredor. Deben ser los inspiradores de grandes proyectos y cambios en el seno de los diferentes pueblos a fin de plasmar en ellos la justicia social y los derechos del individuo, tal como se explicita en la Biblia. Es asumiendo esos desafíos como muchos hallarán el sentido de la existencia, recrearán los ideales que saben enaltecer al hombre y prepararán de tal modo, una realidad en la que Dios pueda acercarse en plenitud a la más relevante de sus creaturas.





1. Véase al respecto: Introducción al Derecho Hebreo, compilado por Abraham Skorka, EUDEBA, Buenos Aires, 2001, págs 11-16.



2. En Levítico 19: 1-2, leemos: “Habló el Señor a Moisés diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: Santos sean, ya que santo Soy Yo el Seños vuestro Dios”. De acuerdo con Rashi, que se basa en el Midrash Raba y en la utilización del verbo KDSh en el Pentateuco (aparece en la enumeración de las conductas sexuales impropias y los alimentos cuya ingesta se halla prohibida, por ello el tomo que enumera dichas leyes en Yad HaJazakah de Maimónides se denomina: El libro de la Kedusha) el precepto de 'santidad' o 'consagración' refiere a enaltecer la vida alejándose de toda conducta sexual prohibida por Dios. De acuerdo con Najmánides, refiere el precepto a la abstención de cometer excesos aún en aquellas cosas que son permitidas.



3. Véase la versión completa con aparato crítico en: Mechilta D'Rabbi Ismael, edición H. S. Horovitz, con notas y complementos de I. A. Rabin, Wahrmann Books, Jerusalem, 1970, págs. 233-234

 

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04/09/2006

Abraham Skorka es doctor en Química. Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, rabino de la comunidad “Benei Tikva” y presidente del Tribunal Rabínico. Su último libro: “¿Hacia un mañana sin fe?” cuenta con el prólogo del cardenal Jorge Bergoglio.