A MABEL DECOUD

Rutina. Como siempre. Levantarme temprano, desayunar frugalmente. Correr preparando lo que olvidé guardar la noche anterior. Despedirme del perro. Correr hacia la parada del colectivo o bus, como se le dice en otros lares. Mirar el reloj impaciente, ante la tardanza, rogando porque aparezcan los conocidos colores en el horizonte.

Todas las mañanas lo mismo. Enfrentar un nuevo día con sus renovados desafíos, que no son pocos los que se presentan cuando se trabaja con personas en formación, es decir, con niños.

Resistir el tedio de las repeticiones permanentes, cuando se trata de que aprendan lo elemental. Cuidar de mantener la atención en vilo, despertar el interés y la curiosidad. Desear que el tiempo no pase cuando se percibe que los niños beben las palabras que salen de mi boca. Desear que el reloj enloquezca cuando ellos no prestan la debida atención, y dicho sea de paso, yo tampoco.

Cinco días a la semana, dictando clases, teniendo a un tirano sujeto a mi muñeca que me indica cuándo debo interrumpir para recomenzar con otro grupo de niños. Hora del recreo, ocio cuidado. Hora del almuerzo, breve receso para descansar algunos minutos, que no alcanzan para que se recuperen las fuerzas y la voz.

La tarde me encuentra muy cansada, con ganas de llegar a mi casa. Tras el viaje llego y encuentro que otras ocupaciones me aguardan. La ilusión de descansar fue tan sólo eso: una quimera.

Fin de semana. ¡Por fin! Lleno de actividades que no pudieron hacerse los otros cinco días. Generalmente tan rutinarias como las otras, pero de índole doméstica. También contando los minutos empleados en cada actividad.

Una convocatoria. Voy movida por la curiosidad. Una mujer a quien no conocía demasiado profundamente, sino tan sólo por haberla visto en alguna reunión social se presenta y anuncia que es su deseo formar un elenco para hacer teatro. Necesita escritores, productores, actrices y actores, cantantes, escenógrafos, vestuaristas... Los presentes la escuchamos en silencio. Tímidamente fuimos levantando una mano para proponernos para algún área. Esta mujer anunció que el proyecto a emprender tendría fecha de finalización con la puesta en escena de lo trabajado en un teatro. Y se fijó la fecha de estreno ese mismo día. Aunque parezca increíble.

Se habló del tercer fin de semana del mes de Noviembre. Estaba cursando el mes de Mayo. Noviembre nos pareció muy lejano. Por lo menos a mí. Luego, con el correr del tiempo, vi que era demasiado cercano.

Me propuse para escribir, como otras personas. Finalmente los guiones los escribí en su mayoría, y luego vino en mi socorro otra compañera del elenco, para aportar su talento y creatividad.

“Brocha gruesa”, me repetía la Directora, “no quiero pincelazos finos, sutiles, sino brocha gruesa. ¡Sara!, mucho grotesco, menos diálogo y texto, más gesto”.

No fue fácil para quien leía teatro, pero nunca lo escribió. Pero la maravillosa tecnología a nuestro alcance, INTERNET, hizo todo más fácil. Iban los guiones raudamente vía mail hacia la casa de la directora y regresaban a mi computadora con sus correcciones y sugerencias, para eliminar esto, o agregar aquello...

Así pasó prácticamente un mes. En Junio comenzamos a ensayar. Fui haciendo los necesarios retoques a los guiones, porque las adaptaciones eran imprescindibles, y surgían como impostergable necesidad, aunque me cansase hacerlo. Reconozco que el resultado valió la pena. Quedaron algunas escenas escritas sin representar, porque ahondaban en problemáticas ya planteadas. Esos personajes aún aguardan tomar vida; por ahora siguen sobre las hojas. Quizás en algún momento asomen sus narices al mundo.

Todos los domingos, a las cuatro de la tarde. La cita era impostergable. ¿Otras actividades? Olvídalo, tenemos que ensayar. No hay tanto tiempo. La Directora, así, con mayúsculas, sabía de lo que estaba hablando.Y sabe en serio. No es simulación. Es una artista cabal. Tiene plena conciencia del modo, del tono de voz, del gesto, del ademán, de la actitud. Estoy segura que mientras ensayábamos sin escenografía, ella veía la decoración.

Un trabajo feroz y profundo con cada actor o actriz (la mayoría era la primera vez que emprendíamos una aventura de esta naturaleza), con cada personaje, con cada movimiento. Cuidando cada detalle, hasta el modo de caminar. Nada quedó librado al azar. Todo estaba planeado y plasmado de antemano.

Fue Directora y Maestra, en algunas ocasiones Maestra de Jardín de Infantes, porque parecíamos niños haciendo ruido cuando el silencio era primordial. Fue Amiga y Consejera. Durante parte del otoño, el invierno y la primavera de este año que se está despidiendo. El año 2006.

Mabel: Compartir estos ocho meses contigo creando, fue uno de los hitos más maravillosos de mi vida. Fue evadirme de la rutina. Potenciar mi creatividad. Demostrarme que podía lo que creí imposible: Escribir guiones y actuar. Superar ese retazo de timidez que en alguna parte sigue anidando en mí.

Conocerte ha sido un privilegio imposible de describir. Eres una artista. Pero no te envanezcas demasiado porque si bien pusiste tu empuje y esfuerzo, con ese talento se nace. En cuanto a mí, no es mi mérito lo que lleva mi nombre, sino el tuyo. No hubiera sido posible sin tus enseñanzas, consejos, ayuda, guía.

Tu nombre debe recorrer el mundo. Te dedico estos párrafos desde lo más profundo de mi corazón. Porque además de ser MI directora, me honrás con tu amistad. Y espero que aunque sea por ósmosis, pueda absorber un poco de tu genialidad.

Gracias, Mabel, por aparecer en mi vida. Gracias, Mabel, por estar ahí, cerca de mí.

 

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