DESPEDIDA

DESPEDIDA

- Si me estás escuchando, dame una señal, un gesto…, algo. - Le dijo Juan a su amada, mientras le tomaba la mano, sentado al lado de la cama donde yacía.
Nada, ni el más leve movimiento, sólo su agitada respiración indicaba que aún estaba con vida.
- Te amo, siempre te amé. - Continuó, hablándole al oído, como esperando una respuesta.
- Quiero que sepas, que los mejores momentos los viví teniéndote a mi lado… que me diste dos hijos maravillosos… que en todos mis proyectos, los racionales, los no tanto, y también los más locos, siempre estuviste incluida… que en muchas de nuestras discusiones ¡y vaya si las habremos tenido! he realizado grandes esfuerzos para herirte con la indiferencia, pero nunca lo logré; tal vez porque para conseguirlo debía ignorarte, y eso me era imposible… que fue inmenso el dolor, cuando todo indicaba que Dios te arrancaba de mi lado. Pero fue aún mayor la alegría, cuando El decidió que te quedaras… que me pareció una hermosa ironía cuando, llegando al atardecer de nuestras vidas, haya salido un sol, nuestra nieta… que no me imagino la vida sin vos… que me duele el alma. -
En ese momento entró a la habitación su hijo mayor.
– Andá a descansar pá, yo me quedo con ella - dijo, inclinándose para besar la frente de la enferma.
Cuando Juan llegó a su casa, se recostó. Intentó dormir, pero su mente seguía pensando en todo lo que aún no le había dicho. Hacía una hora que había llegado del hospital.
El timbre del teléfono lo sobresaltó. – ¡Pá, má se nos fue! -
Eran las cuatro de la tarde, de un trece de octubre… y llovía.

 

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