ALMAFUERTE Y YO

A veces nos ponemos algo mariquitas
y todo es una mar de pesadumbre y desconsuelo,
de negro y con cara de duelo,
vamos arrastrando esta vida
como si la dicha prometida
fuese una mentira atroz y deleznable.

Tal vez sea más fácil ser cobarde
que plantarse y decir ¡no estoy de acuerdo!
a veces el precio es tan alto
y traemos tan cargado el carro
que resulta imposible ser sincero
y seguimos sin paraguas bajo el aguacero.

Si así es la cosa, bueno, saquemos pecho,
sepamos que parte de la vida
es negociar con la fe comprometida
sin esperar cuartel ni consuelo
y aunque nuestro rostro golpee el suelo
erguidos nos verán en un instante.

No es vergüenza retroceder un paso
si es para tomar impulso hacia delante,
no hay persecución que aguante
la mirada firme de aquel que soporta
la injuria, el abandono, la memoria corta,
y se yergue al final, amenazante.

Cuando me toca –como a todos cada tanto-
atravesar el laberinto de la infamia,
suelo recodar los versos de aquel hombre
que sin ser necesario que lo nombre
todos, sin duda y con una sonrisa
recordaremos, haciendo un alto en nuestra prisa,
recitaremos en su memoria y con firmeza:

“No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!"

 

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