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@JORJAR

07/05/2007#N15367

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Balcón

Tuve un balcón en mi primera edad
asomándome a un mundo reducido,
que era todo mi mundo, mi verdad,
entre pacífico y adormecido;
sobre un valle bucólico, verdoso,
y un aprendiz de río, rumoroso,
que sólo a veces lame las riberas;
y en las mansas montañas circundantes,
poblando sus laderas,
eucaliptos, castaños, susurrantes
al viento y a la lluvia desatados
bajo cielos nublados;
el viento era jauría de mastines
mordiendo las ventanas,
y la lluvia rasgueo de violines
destrenzando en la calle filigranas.
A lo lejos, el viejo cementerio,
tan triste y solo, y el ciprés sombrío,
índice hacia la altura y su misterio,
enhiesto como mastil de navío.
El viejo campanario,
su cruz de hierro, el gallo en la veleta,
y el reloj proclamando al vecindario
cada hora en punto. Avanza una carreta
por el camino vecinal, pausada,
tras el mozo de cuadra; su silbido
acompaña al gemido
de cada rueda apenas engrasada.
Las vacas rumian sosegadamente
tras las cercas de espino de los prados,
sueños de leche tibia intermitente
en sus ojos oscuros, entornados.
Las vecinas del barrio, la Teresa,
la Juanita, la Trini, la Angelines,
cotillean en torno de la mesa,
remendando calzones, calcetines.
Todo está en calma, pueblo detenido
al borde del silencio y del olvido.

Y a las dos de la tarde, la sirena
de la fábrica anuncia la salida;
como al alborotarse una colmena,
la paz del pueblo cobra nueva vida.
Largos ríos de obreros,
monos azules, charlas anodinas,
se desbordan por calles y senderos,
desembocan en casas o cantinas.
Y una canción de amor se va escuchando,
en voces graves, mientras van andando:

"Adiós con el corazón
que con el alma no puedo,
al despedirme de ti
de sentimiento me muero".

El niño en el balcón, mira y escucha,
aún no entiende de amor, pero le agrada;
un día aprenderá que la jornada
hacia un alma gemela exige lucha.
También, y pronto, ha de llegarle el día
en que al romper cada mañana fría,
irá con su cartera de la mano
por camino de escarcha hacia la escuela;
las ranas croarán en el pantano,
una bandada de gorriones vuela,
tal vez los gallos todavía cantan,
y los niños mayores se adelantan.

El niño en el balcón, cara risueña,
observa su pequeño mundo, y sueña.
AUTOR:


Francisco Alvarez Hidalgo

 

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