LA MANO SOBRE EL VIENTRE
Publicado por
@JORJAR
La mano reposada sobre el vientre
de la mujer desnuda,
se engañaba en el tacto.
Sólo era el eco de la voz que nunca
articuló palabra,
capitel sin columna,
pincel inabordable a los colores,
inocua espada, sólo empuñadura.
Trazaba círculos resbaladizos,
líneas sedosas, grácilmente curvas,
como quien se aproxima y se retira,
estrategia de ráfagas y espuma.
Era un contacto huérfano, incompleto,
efímera obertura
de sinfonía apenas empezada,
y adormecida súbita la música.
Nunca se obtiene tanto
como se espera; tanta conjetura,
tanta imaginación, tanta quimera,
y el sentido es linterna en la penumbra
con vocación de sol, y no esclarece
el camino por el que se apresura.
Siempre en la superfice, con el hambre
de ahondar, como quien busca
ese intangible, ausente complemento,
que al otro lado de la piel se oculta.
La mano sobre el vientre era velero
surcando el agua, ajeno a las oscuras
regiones submarinas,
en cuyo alcázar de cristal susurran
eróticos mensajes las nereidas,
nadando ingrávidas bajo las cúpulas.
¿Qué recaba la mano, qué confiere,
sobre la tibia piel? Su euforia muda
se procura un temblor, otorga un gesto,
y en ambos flota la intención, la acucia,
de algo más íntimo, más hondo y pleno,
que se espera obtener y no madura.
Es como si tocáramos
la superficie externa de una urna,
intentando prever su contenido,
es como andar perdidos en la bruma.
AUTOR:
Francisco Alvarez Hidalgo
de la mujer desnuda,
se engañaba en el tacto.
Sólo era el eco de la voz que nunca
articuló palabra,
capitel sin columna,
pincel inabordable a los colores,
inocua espada, sólo empuñadura.
Trazaba círculos resbaladizos,
líneas sedosas, grácilmente curvas,
como quien se aproxima y se retira,
estrategia de ráfagas y espuma.
Era un contacto huérfano, incompleto,
efímera obertura
de sinfonía apenas empezada,
y adormecida súbita la música.
Nunca se obtiene tanto
como se espera; tanta conjetura,
tanta imaginación, tanta quimera,
y el sentido es linterna en la penumbra
con vocación de sol, y no esclarece
el camino por el que se apresura.
Siempre en la superfice, con el hambre
de ahondar, como quien busca
ese intangible, ausente complemento,
que al otro lado de la piel se oculta.
La mano sobre el vientre era velero
surcando el agua, ajeno a las oscuras
regiones submarinas,
en cuyo alcázar de cristal susurran
eróticos mensajes las nereidas,
nadando ingrávidas bajo las cúpulas.
¿Qué recaba la mano, qué confiere,
sobre la tibia piel? Su euforia muda
se procura un temblor, otorga un gesto,
y en ambos flota la intención, la acucia,
de algo más íntimo, más hondo y pleno,
que se espera obtener y no madura.
Es como si tocáramos
la superficie externa de una urna,
intentando prever su contenido,
es como andar perdidos en la bruma.
AUTOR:
Francisco Alvarez Hidalgo
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