No está...

Contra la almohada, su cabello negro y lacio duerme arremolinado junto a ella. Su espalda es una silueta de montes y colinas que me lleva a sitios profundos e insondables. Sus piernas desnudas guían mi mirada hacia unos pies que nacieron para que yo los bese. El tímido destello de la noche entra por la ventana y me pide permiso para admirarla conmigo. Es más de la una y yo sólo quiero seguir mirándola, como quien vela las armas para luego ordenarse Caballero. Son las tres y sus suspiros me confían el matiz de sus sueños. A las seis mi mano ejerce el privilegio de las caricias. Las siete y media y el mundo me llama para lo que sea que espera de mí.
Me despierto, y mi mano posada en el espacio frío y vacío me recuerda que ella ya no está...se quedó en mis sueños.

 

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