RELATO SIN TERMINAR
Escrito por
@ALICIABIS
Yo me veo, tu me ves, ellos me ven... y todas las miradas son distintas, nadie capta lo mismo, ni siquiera el poseedor de las miradas.
Suena el despertador, son las seis y media. Me levanto, preparo el desayuno y despierto a mi hijo.
Aún descalza, despeinada y sin coordinar demasiado, comienzo el rito del mate mientras pongo el lavarropas y alimento a los animales. Por fin me siento, me estiro, alargo mis piernas y miro fijo el tucán de madera que cuelga sobre mi cabeza,... a veces creo que me dicta cosas...
Alguien toca el timbre. Sin darle demasiada importancia a mi caotizado aspecto exterior abro la puerta:
- Usted es fulana de tal? Vengo de la empresa...
- No, no soy esa fulana
- Disculpe (mientras no dejaba de mirarme)
- No hay problema.
Entré riéndome, el tipo debe haber pensado que yo era la representación de Frankenstein o algo así. Es que el tiempo está muy loco, 24° en pleno invierno y con una humedad del 99% impide que cualquiera pueda pensar en un espejo y menos en zapatos!
Terminé con mi rutina lo más rápido que pude, una ducha, anteojos negros (para no pintarme), unas calzas, un remerón y un abrigo por si las moscas es todo lo que necesité para ir a cuidar a mi madre. Regresé de noche más cansada que antes de salir y pensando en qué haría de cenar.
Primer acto instintivo: me saqué las zapatillas. Segundo acto instintivo: puse la pava (los mates de mi hermana son imposibles) y zas! el timbre...
Más presentable que al inicio del día, pero no demasiado, abrí la puerta y oh sorpresa: allí estaba el mengano de la mañana!
- Mire, yo se que usted no es Fulana, pero en realidad quiero hablarle desde hace un tiempito y lo de hoy fue un pretexto.
- Disculpe?
- Eso, que quiero hablarle... que paso siempre con el auto por acá y...
Ni le contesté, pegué media vuelta y sin mirarlo le cerré la puerta en las narices.
Mientras picaba cebollas y tomaba un mate de a sorbitos mi pensamiento se detuvo por primera vez en el tipo. No estaba mal, pero seguro que era un loco o un vivo. Además a quién se le ocurre tocar un timbre desconocido para decir que tiene ganas de hablar? Mejor me olvido del tema... ¡Imposible! Soy mujer y mi mente ya no puede parar. Cuánto mediría? Metro ochenta supongo, bien cuidado y cincuentón. Ahora lamento no haberle mirado las manos...Ufa! Y a mi qué me importan sus manos!
20:30 horas: llamó mi hijo para avisarme que ya salió del trabajo pero que antes de cenar pasaría por el negocio de un amigo. A esa hora ya no puedo pintar, no veo nada. Voy por mi tejido y enciendo la tele. Busco algo en castellano para no tener necesidad de mirar. Ganó Cosmos. Ja! Tres locas intentaban interpretar las conductas masculinas y me hicieron reír. Misión imposible, les dije. En ese momento me di cuenta que yo era la loca número cuatro...
Serían las 21:30 cuando sonó el teléfono:
- No me cortes, me llamo E.S y conseguí tu número por un vecino.
- Lindos mis vecinos!
- No soy un loco, quiero verte.
- Y qué te hace pensar que yo quiero lo mismo?
- Nada, pero te tocaré el timbre todos los días a las ocho en punto y te llamaré hasta que me digas que sí.
- Que sí a qué?
- Que confieses que querés verme.
- Ni loca! Y le corté.
En ese momento recordé que un rato antes hablaba con la tele.
Es el tercer día que no abro la puerta cuando suena el timbre a las ocho en punto, pero atiendo el teléfono cada noche...y también van tres.
Suena el despertador, son las seis y media. Me levanto, preparo el desayuno y despierto a mi hijo.
Aún descalza, despeinada y sin coordinar demasiado, comienzo el rito del mate mientras pongo el lavarropas y alimento a los animales. Por fin me siento, me estiro, alargo mis piernas y miro fijo el tucán de madera que cuelga sobre mi cabeza,... a veces creo que me dicta cosas...
Alguien toca el timbre. Sin darle demasiada importancia a mi caotizado aspecto exterior abro la puerta:
- Usted es fulana de tal? Vengo de la empresa...
- No, no soy esa fulana
- Disculpe (mientras no dejaba de mirarme)
- No hay problema.
Entré riéndome, el tipo debe haber pensado que yo era la representación de Frankenstein o algo así. Es que el tiempo está muy loco, 24° en pleno invierno y con una humedad del 99% impide que cualquiera pueda pensar en un espejo y menos en zapatos!
Terminé con mi rutina lo más rápido que pude, una ducha, anteojos negros (para no pintarme), unas calzas, un remerón y un abrigo por si las moscas es todo lo que necesité para ir a cuidar a mi madre. Regresé de noche más cansada que antes de salir y pensando en qué haría de cenar.
Primer acto instintivo: me saqué las zapatillas. Segundo acto instintivo: puse la pava (los mates de mi hermana son imposibles) y zas! el timbre...
Más presentable que al inicio del día, pero no demasiado, abrí la puerta y oh sorpresa: allí estaba el mengano de la mañana!
- Mire, yo se que usted no es Fulana, pero en realidad quiero hablarle desde hace un tiempito y lo de hoy fue un pretexto.
- Disculpe?
- Eso, que quiero hablarle... que paso siempre con el auto por acá y...
Ni le contesté, pegué media vuelta y sin mirarlo le cerré la puerta en las narices.
Mientras picaba cebollas y tomaba un mate de a sorbitos mi pensamiento se detuvo por primera vez en el tipo. No estaba mal, pero seguro que era un loco o un vivo. Además a quién se le ocurre tocar un timbre desconocido para decir que tiene ganas de hablar? Mejor me olvido del tema... ¡Imposible! Soy mujer y mi mente ya no puede parar. Cuánto mediría? Metro ochenta supongo, bien cuidado y cincuentón. Ahora lamento no haberle mirado las manos...Ufa! Y a mi qué me importan sus manos!
20:30 horas: llamó mi hijo para avisarme que ya salió del trabajo pero que antes de cenar pasaría por el negocio de un amigo. A esa hora ya no puedo pintar, no veo nada. Voy por mi tejido y enciendo la tele. Busco algo en castellano para no tener necesidad de mirar. Ganó Cosmos. Ja! Tres locas intentaban interpretar las conductas masculinas y me hicieron reír. Misión imposible, les dije. En ese momento me di cuenta que yo era la loca número cuatro...
Serían las 21:30 cuando sonó el teléfono:
- No me cortes, me llamo E.S y conseguí tu número por un vecino.
- Lindos mis vecinos!
- No soy un loco, quiero verte.
- Y qué te hace pensar que yo quiero lo mismo?
- Nada, pero te tocaré el timbre todos los días a las ocho en punto y te llamaré hasta que me digas que sí.
- Que sí a qué?
- Que confieses que querés verme.
- Ni loca! Y le corté.
En ese momento recordé que un rato antes hablaba con la tele.
Es el tercer día que no abro la puerta cuando suena el timbre a las ocho en punto, pero atiendo el teléfono cada noche...y también van tres.
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