Pequeño cuento sobre la Intolerancia
Publicado por
@TIDE
Él la anulaba completamente, pero a ella le gustaban las rosas
Él la anulaba completamente.
Todavía recordaba cuando le conoció, tan joven, tan guapo, tan amable. La había invitado a cenar y al día siguiente le había regalado dos docenas de rosas.
Y a ella le gustaban las rosas.
Tal vez fuese su propia culpa, nunca había sido muy guapa, ni muy lista. Además después de haber tenido la niña, su cuerpo se había deformado mucho. Pero él tampoco había ayudado con sus comentarios despectivos, sólo había contribuido a deprimirla más. Y cuando estaba deprimida comía y comía.
Todavía recordaba la siguiente vez que él le había regalado rosas. Fue después de recibir su primera paliza. Paliza física porque moralmente ya estaba, por aquellas alturas, bastante destrozada. Él le recriminaba todo, no haber tenido un hijo varón, no tener cervezas en el frigorífico, no tener un trabajo, descuidar las tareas del hogar, intentar buscar un trabajo...
-¡Estás como una vaca marina! - Gritaba.
Sabía que nunca se debería haber callado. Lo sabía. Pero ya era tarde, ya no podía responderle, sólo callar y aguantar. Pero aquel día él estaba especialmente furioso, no sólo le gritaba por cualquier cosa sino que su silencio le ofendía todavía más.
-¡Puta! – Gritó al tiempo que la abofeteaba.
Ella agradeció que no estuviera la niña en casa, que estuviera con sus abuelos. Él la desnudó, a fin de cuentas todo era de él, todo lo había pagado él, todo le pertenecía, incluida su ropa. Eso había sido lo peor, sentirse desnuda, indefensa, no tenía nada, ni siquiera era dueña de su propia vida. Él la golpeó con saña hasta que ella perdió el conocimiento.
Se había despertado desnuda, dolorida y ensangrentada en la galería, junto a la lavadora. Sintiendo asco de sí misma, sintiéndose vacía, inútil. Incluso la había violado en su semiinconsciencia. Sin embargo lo que más la había preocupado era que la niña podría regresar en cualquier momento y encontrarla ahí. ¿Cómo lo explicaría? Pero había sido él quien regresó cargando dos docenas de rosas y llorando arrepentido, como un niño que hubiera hecho una travesura.
Y a ella le gustaban las rosas.
(del libro: 'Un punki en la Opera y otros relatos')
Él la anulaba completamente.
Todavía recordaba cuando le conoció, tan joven, tan guapo, tan amable. La había invitado a cenar y al día siguiente le había regalado dos docenas de rosas.
Y a ella le gustaban las rosas.
Tal vez fuese su propia culpa, nunca había sido muy guapa, ni muy lista. Además después de haber tenido la niña, su cuerpo se había deformado mucho. Pero él tampoco había ayudado con sus comentarios despectivos, sólo había contribuido a deprimirla más. Y cuando estaba deprimida comía y comía.
Todavía recordaba la siguiente vez que él le había regalado rosas. Fue después de recibir su primera paliza. Paliza física porque moralmente ya estaba, por aquellas alturas, bastante destrozada. Él le recriminaba todo, no haber tenido un hijo varón, no tener cervezas en el frigorífico, no tener un trabajo, descuidar las tareas del hogar, intentar buscar un trabajo...
-¡Estás como una vaca marina! - Gritaba.
Sabía que nunca se debería haber callado. Lo sabía. Pero ya era tarde, ya no podía responderle, sólo callar y aguantar. Pero aquel día él estaba especialmente furioso, no sólo le gritaba por cualquier cosa sino que su silencio le ofendía todavía más.
-¡Puta! – Gritó al tiempo que la abofeteaba.
Ella agradeció que no estuviera la niña en casa, que estuviera con sus abuelos. Él la desnudó, a fin de cuentas todo era de él, todo lo había pagado él, todo le pertenecía, incluida su ropa. Eso había sido lo peor, sentirse desnuda, indefensa, no tenía nada, ni siquiera era dueña de su propia vida. Él la golpeó con saña hasta que ella perdió el conocimiento.
Se había despertado desnuda, dolorida y ensangrentada en la galería, junto a la lavadora. Sintiendo asco de sí misma, sintiéndose vacía, inútil. Incluso la había violado en su semiinconsciencia. Sin embargo lo que más la había preocupado era que la niña podría regresar en cualquier momento y encontrarla ahí. ¿Cómo lo explicaría? Pero había sido él quien regresó cargando dos docenas de rosas y llorando arrepentido, como un niño que hubiera hecho una travesura.
Y a ella le gustaban las rosas.
(del libro: 'Un punki en la Opera y otros relatos')
Comentarios
@TIDE
14/08/2007
Aha... la realidad supera la ficción, mi estimada
@GABRIELMAX
14/08/2007
A la pelotita que feo q.h. d. p...
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