Hoy tengo un gozo en el alma

Caricias que da la vida, mimos en el espíritu, abrazos a los sentimientos, algarabías, jolgorio, dicha... ¡la pucha que vale la pena sembrar!
Viviendo de a poquito en las pequeñas cosas, sufriendo esas lumbalgias, hernias, dolores, pequeños sacrificios de vivir con lo mejor que uno puede dar. Y en algún recodo del camino se encuentra uno con estos frutos que le hacen sentir que el dominio de la palabra aún no lo alcanzó. ¡Cuánto me falta aprender!
Hace 12 años conocí a Graciela. MI directora. Sí, no es problema del teclado, así en mayúsculas: es MI directora. Porque logró darme eso para lo que se supone se forma: dirección, sentido, marcó un camino, mi camino. Yo venía con algo de base, obvio, no voy a desmerecerme, pero ella... ¡ahhh, Graciela! Te admiro.
En ese primer día de clases del mes de marzo llegué a su escuela. Mientras llenaba papeles, con una sonrisa tranquila y con unos gritos y golpes de fondo que venían del aula de al lado, me dijo: “Ese es tu curso, si sobrevivís a este grupo un año, te recibís de docente”
Capítulo aparte merece la historia de ese séptimo donde, entre otros estaba Liliana. Con 12 años de furia, rebeldía, intolerancia.
Mientras yo aprendía de Graciela como ser docente y no morir en el intento, Liliana aprendía de mí que a veces, solo a veces, las manos sirven para otras cosas que no son dar golpes, y que su cuerpito también se merecía recibir abrazos y no golpizas.
Yo aprendí de Graciela que debía seguir intentándolo a pesar de todo, y Liliana aprendió a recibir un trato amable del mundo. Ambos procesos se fundieron en un tomarnos de las manos y sonreírnos a fines de ese año. Otro de esos momentos donde las palabras no es que falten, sobran.
Y hoy se jubiló Graciela. Y allí estuvo Liliana, con sus dos hijas. Y estuve yo y... ¡¿dónde hay un mago de las palabras para transmitir esto?!
¿Quién me borra la sonrisa que me ha quedado grabada en el alma? Haber podido abrazarlas a ambas en un solo día. Y sentir no sólo que daba un abrazo, sino que recibía mucho más que eso ¡Qué regalo! Un verdadero gozo que merece mi pobre intento de plasmarlo en palabras.

 

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