LA EMOCIÓN FUGITIVA
Publicado por
@KOPSI
¡ Oh, el divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Aquel en que nos llaman,
Aquel en que no vienen,
Aquel en que nos miman,
Aquel en que nos hieren,
Aquel en que nos burlan,
Aquel en que nos venden,
Aquel en que nos odian,
Aquel en que nos quieren!
¡Oh, el divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Aquel en que la amada
De nuestro asedio se defiende;
Aquel en que, rendida en nuestros brazos,
Palpitando de amor se desvanece;
Aquel en que el cabello destrenzado,
Recogida en sí misma, mansa y tenue,
Yace en el lecho
Como abatida flor, pálida y leve,
Mientras sus ojos, temerosos,
Tras líquidos cristales se oscurecen...
¡Oh, el supremo cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Aquel en que se miran altaneras,
Aquel en que se miran obedientes,
Aquel en que se sienten sin ventura,
¡aquel en que invencible, ay, se sienten!,
aquel en que nos miran fascinadas,
aquel en que nos miran inclementes,
aquel en que nos besan,
¡aquel en que nos muerden!...
¡Oh, el divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
y triste del que en esos
momentos, ¡ay!, tan breves
confunde
la mujer que feliz hacerlo puede
y deja transcurrir el cuarto de hora
¡que nunca, nunca vuelve!,
¡ese divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Rodríguez de León.
de todas las mujeres!...
Aquel en que nos llaman,
Aquel en que no vienen,
Aquel en que nos miman,
Aquel en que nos hieren,
Aquel en que nos burlan,
Aquel en que nos venden,
Aquel en que nos odian,
Aquel en que nos quieren!
¡Oh, el divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Aquel en que la amada
De nuestro asedio se defiende;
Aquel en que, rendida en nuestros brazos,
Palpitando de amor se desvanece;
Aquel en que el cabello destrenzado,
Recogida en sí misma, mansa y tenue,
Yace en el lecho
Como abatida flor, pálida y leve,
Mientras sus ojos, temerosos,
Tras líquidos cristales se oscurecen...
¡Oh, el supremo cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Aquel en que se miran altaneras,
Aquel en que se miran obedientes,
Aquel en que se sienten sin ventura,
¡aquel en que invencible, ay, se sienten!,
aquel en que nos miran fascinadas,
aquel en que nos miran inclementes,
aquel en que nos besan,
¡aquel en que nos muerden!...
¡Oh, el divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
y triste del que en esos
momentos, ¡ay!, tan breves
confunde
la mujer que feliz hacerlo puede
y deja transcurrir el cuarto de hora
¡que nunca, nunca vuelve!,
¡ese divino cuarto de hora
de todas las mujeres!...
Rodríguez de León.
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