TeNgO NoViOoOo ////////// YO NO EH !!!

Publicado por
@SALU

20/08/2008#N23179

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  DEL DIARIO CRITICA ( REVISTA C )

 

Tengo novio

Hay una rara seguridad en
ciertos hombres feos que
los vuelve atractivos. Juan
Pablo es de esos. Hasta el
jueves habíamos salido tres
veces: la primera al cine, la segunda a
comer, la tercera a ver a un grupo de folclore
en un club de San Telmo. Después,
claro, nos veíamos casi a diario en el gimnasio.
Y en todo ese tiempo el hombre no
había hecho el menor intento por llevar
su mano más allá de mi cintura. Nunca
jamás había salido con un tipo así. Quiero
decir, en los últimos años no he salido ni
siquiera tres veces con un mismo tipo, y
los pocos que parecían más o menos interesados
lo demostraban mandándome
enseguida la mano al culo. Si nos acostábamos la primera
noche no lo volvía a ver, y si no, lógicamente, tampoco.

Pero Juan Pablo es otra cosa. Es de esos que, por momentos, te
hacen pensar que no quieren nada con vos, salvo compartir
un tacho de pochoclos, una coca light y medio alfajor -por
eso de repartirse las calorías-. Pero después te dice algo
como: "Me mudaría a ese escote para siempre", que te deja
suspirando toda la noche. Es absolutamente cierto que dilatar
el sexo con una persona hace que te guste más. No hay
mejor fase que la de las ganas, no hay tipo más atractivo que
el que, estando con los pantalones puestos, empezás a imaginar
desnudo. Le había hablado de él a Mariana, mi compañera
del nuevo laburo: "Es gordo, pelado y cuarentón, y
ya sé que yo no soy Wanda Nara, pero aun así me sorprende
que un tipo tan feo me guste tanto", le dije. Y ella me preguntó
por el sexo. "No podría asegurarlo, pero me parece
que masculino", dije yo. Mariana se rió y, como con eso le
dejaba claro que no había pasado nada, se largó con las
hipótesis más obvias: "Es gay o la tiene chiquita, o las dos
cosas". Detesto la ligereza con que las mujeres lanzamos
hipótesis sobre los hombres, porque casi siempre son ciertas.
Pero decidí no envenenarme con eso y pasarla bien.

El jueves, en nuestra cuarta salida, consumamos el romance.
Y, ¿cómo decirlo? Es una experiencia totalmente nueva para
mí -que debí acomplejarme por primera vez de mi líquido
amniótico- conocer a alguien que se sienta tan cómodo con
sus defectos. Hay que ver a este hombre caminando desnudo
por su cuarto, igual que si estuviera enfundado en un
frac. Panza, culo flácido, piernas de jamón se paseaban por
mi cara en un derroche de orgullo. Era muy impactante,
pero sobre todo era una lección. Yo, lo confieso, prefiero
coger con ropa. Que me abran la camisa, me saquen las
tetas, me alcen la falda y me aprieten el
culo con las dos manos, todo eso sin quitarme
nada. Tiene su gracia, quién puede
negarlo. Pero estoy segura de que si tuviera
un cuerpo maravilloso andaría en bolas
por el mundo, recibiría en bombacha
hasta al plomero. Sería una puta desvergonzada
y feliz.

Pero volviendo a Juan Pablo, cuando me invitó a su casa a cenar
supe que esa sería la noche. Y si no, lo
nuestro degeneraría indefectiblemente en
amistad. Llevé un vino, él me recibió con
un beso y un delantal de Narda Lepes.
Estaba cocinando un risotto. Lo ayudé a
servir, puse la mesa, abrí el vino. Todo se
sentía cómodo, hasta repetí el risotto sin
temor a que me creciera la panza. En otras
ocasiones me mato de hambre todo el día para parecer más
flaca. El postre lo comimos en el sillón del living y después
vino un beso largo, con manoseos y preámbulos muy prometedores.
Cuando aterrizamos en su cama empezó a desvestirme,
me sacó las botas, las medias, la bombacha y metió
su cabeza debajo de mi pollera. Yo, mientras, estudiaba su
cuarto, que era el de un tipo recién separado, prolijo, contento
con su vida y fanático del I Ching. La cara de Ludovica
me miraba desde un calendario que había sobre la tele. Juan
Pablo no la tenía lo que una dice, enorme, pero sería una
calumnia decir que desciende de eunucos.

El hombre, acotemos, se manejaba bien con lo suyo. El sexo fue bueno, pero lo mejor estuvo después: en esa naturalidad con que llevaba el momento, mientras yo, envuelta en la sábana hasta el
cuello, disfrazaba mis complejos de pudor pero sólo conseguía
parecer un sushi roll. Cuando quise vestirme, agarré
una toalla para taparme y la sostuve con la barbilla. Juan
Pablo, todavía desnudo, copa de vino en mano, se me acercó,
me acarició la mejilla con la mano y yo tuve que alzar la
cara para mirarlo, lo que hizo que se me cayera la toalla. "No
tenés que esconder nada, para mí sos preciosa", me dijo y
me dio un beso. Era obvio que el optimismo y la desinhibición
del hombre eran producto de mucho laburo mental
pedorro. Sospeché que en lo sucesivo oiría más eslogans del
tipo: aceptate, querete, sé feliz. Sospeché también que, en
el fondo, debajo de esas carnes flojas había un auténtico
energúmeno. Pero me dije qué me importa, a la mierda las
sospechas, por ahora este gordito impúdico se la banca. Así
que el viernes, cuando vi a Mariana en el laburo, lo hice
oficial: "Tengo novio", le dije. Y en ese momento caí en la
cuenta de que hacía muchos, pero muchos años, que esa
frase no salía de mi boca.



FUENTE: REVISTA C (Del diario CRITICA)

 

Comentarios

@SALU

20/08/2008



Si nos acostábamos la primera
noche no lo volvía a ver, y si no, lógicamente, tampoco


 
@MABE

20/08/2008

¡Que buen texto, Salu!



"Pero me dije qué me importa, a la mierda las
sospechas, por ahora este gordito impúdico se la banca".
¡Pobre tipo!
 
@RENEDIVA

20/08/2008



EXCELENTE!!!!!!! Tan real!!!!! Me encantó!!!!!!!!!!!!!!!!!!  
@SALU

20/08/2008



SE SIENTE REFLEJADA QUE DICE TAN REAL !!!!

 BESOS SU