La alemana Herta Müller logra el Premio Nobel de Literatura

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@AIMI
- Encarna el destino de las minorías alemanas en los países del centro de Europa
- En su obra destaca su agudeza para percibir detalles y sentimientos cotidianos
La novelista, poetisa y ensayista rumano-alemana Herta Muller es la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009. El premio está dotado con 10 millones de coronas suecas (980.000 euros) y, como el resto de galardones Nobel, se entrega el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel.
Para la Academia Sueca, Herta Müller "con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, describe el paisaje de los desposeídos". Lo cierto es que su obra encarna en buena parte el destino de las minorías alemana en los países del centro de Europa que, tras el fin de la Segunda guerra mundial, en muchas ocasiones tuvieron que pagar por partida doble las culpas del nacionalsocialismo.
Censura en Rumanía, éxito en Alemania
Su primer libro, 'Niederungen' ('En tierras bajas', Siruela), también fue motivo de controversia. El manuscrito reposó durante cuatro años en la editorial antes de que finalmente pudiese publicarse, en 1982, con recortes impuestos por la censura rumana. Dos años después, la versión original del libro apareció en Alemania, ante lo que las autoridades rumanas reaccionaron imponiéndole la prohibición de publicar. En Alemania, en cambio, le valió un reconocimiento literario inmediato y la novela recibió el premio Aspekte, al mejor debut en lengua alemana del año.
En su última novela, 'Atemschaukel', cuenta la historia de un chico de 17 años que después de la Segunda Guerra Mundial es llevado por los rusos para ayudar en un campo de trabajo a la reconstrucción de la Unión Soviética. Los rusos consideraban que con ello los alemanes pagaban sus culpas como cómplices de Hitler, sin importarles que algunos de ellos hubieran sido también víctimas del nazismo.
'Atemschaukel' es el intento de Herta Müller por desentrañar lo que se escondía detrás del silencio de su madre, y de otros muchos rumanos-alemanes de su generación, que no se atrevían a hablar nunca del tiempo que habían pasado en campos de trabajo soviéticos.
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