Esa mañana - Cuento
Escrito por
@KUKITYTA
Esa Mañana
Miras con disimulo las manos de tus hermanos y las encontrás vacías. Notas que todos sonríen mientras comen la torta que, como todos los años, te hizo mamá; bizcochuelo, una capa de frutillas con crema, más bizcochuelo, por encima el baño de chocolate y frutillas enteras decorándola. Parece que nadie nota que falta algo, y vos tratas de ocultar tu angustia, porque te repitieron hasta el cansancio “no esperes regalos, lo más importante es que la gente se acuerde de saludarte”. Pero pasan los minutos y nada. Terminas tu torta, todos se van de la habitación y te quedas solo. Con una profunda tristeza comenzás a vestirte – algún motivo debe haber -, las medias grises, - ¿será que papá tuvo problemas en el trabajo y nadie me lo dijo? - , la camisa celeste, - además nadie parecía darse por enterado -, los pantalones grises, - bueno, voy a salir -, los zapatos negros, - ¡puf! Coraje-.
Como era costumbre en su casa a la mañana temprano, un rato antes de la hora habitual, toda la familia despertaba al cumpleañero. Era el único día del año en el que le estaba permitido comer en la cama, y solo el desayuno, éste venía acompañado de una riquísima torta con su correspondiente velita encendida la que él apagaba solo tras cumplir el ritual de los tres deseos. Ese año, igual que los últimos, su ansiedad lo había despertado mucho antes del momento, pero sus ojos permanecieron entrecerrados para espiar y fingir que solo lo hacía al son del “Cumpleaños feliz”. Como marcaba la tradición mamá llevaba la torta, papá la bandeja y los dos hermanos sendos regalos, uno de parte de mamá y papá y otro de parte de ellos mismos. Al término de la ceremonia del apagado de velitas, vinieron los besos, la bandeja con el café con leche, y el corte de la torta.
Cuando salís de la habitación ves a todos encolumnados en frente tuyo mirándote, tu cara de estupor no puede disimular tu tristeza. Uno a uno se van corriendo dejando al descubierto el enorme bulto empaquetado con un increíble moño rojo. A medida que avanzas tus ojos se abren más y más. Rompes el papel y ahí la ves: ¡tu primera bicicleta! Azul, como siempre la habías soñado, brillante, sus rayos plateados, la tocas como para saber que es verdadera, la recorres con tu mano suavemente, como acariciándola, llegas a la bocina y no podes frenar el impulso de tocarla. Mientras unas lágrimas de felicidad se deslizan por tu cara, te rodean, te abrazan y te besan nuevamente.
Comentarios
25/03/2010
Otro cuentito. Ruth
25/03/2010
En hora buena y rodando
25/03/2010
Jaja, gracias Gabriel!
26/03/2010
Tá gueno!!!... quiero masssssssss.
Después publico yo algo... ja ja ja
besos. Su
26/03/2010
Gracias Susy, dale, publicate algo!!!