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@CRIS132008

29/03/2010#N31086

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Un tema recurrente, la aceptación de las alegrías y las tristezas que 

sazonan nuestro caminar, comprendiendo la directa relación que estos

vaivenes poseen con nuestro destino de vida eterna

 

La entrega

 
 
No hay hombre que pueda
escapar a los designios de Dios.
Por más poder o dinero que
acumule, su vida siempre estará
sujeta a la Mirada de Aquel que
nos creó.
Sin embargo, somos débiles y nos empecinamos en objetar
Su Plan para nuestra vida,
como si pudiéramos realmente comprender qué cosa es buena o mala para nuestro destino de
eternidad.
 
Hoy abrí al azar una página de uno de mis libros de cabecera, el Kempis, y encontré estas
palabras:
 
“Algunos sufren tentaciones peores al principio de su conversión, otros, al final.
Unos son duramente probados durante toda su vida, mientras otros padecen tentaciones
leves, todo conforme a la sabiduría  y justicia de Dios que mide la condición y los méritos de
cada uno y que todo lo ordena a la Salvación de los elegidos.”
 
Qué extraordinaria claridad la de este hombre, con palabras escritas varios siglos atrás.
En pocas líneas me dio respuesta a tantas preguntas referidas a la comprensión de los
interminables ciclos primero de bonanza espiritual, y luego de angustia interior que abrazan
mi alma.
Es como un péndulo que oscila de un extremo al otro, desde que empecé mi camino de
conversión.
 
Primero se vive una alegría enorme, fruto de haber encontrado al Señor, a mi Maestro.
En esos momentos parece que todo es posible, que la vida es gozo y plenitud, que ya nada
importa excepto el saberse Su amigo, Su hermano.
Sin embargo, luego aprendí con dolor a caer en esos pozos donde mi interior parece
sometido a bombardeo intenso. Los pensamientos son como piedras que me atan al suelo,
todo apunta a poner en duda el sentido de mi fe. Nada esta firme, todo es incierto y atemorizante.
 
Estos pozos de oscuridad espiritual, plenos de tentaciones de la más variada
naturaleza, son interrumpidos por un estallido de luz, de felicidad intensa que me devuelve la
esperanza y la confianza de estar seguro en los Brazos de mi Maestro.
Difícil identificar el origen y motivo de estos vaivenes del alma, pero con las palabras de
Tomás de Kempis he podido poner las cosas en su lugar.
 
Es Dios el que establece los modos, los tiempos y las circunstancias que rodean nuestras
horas de prueba, y nuestras horas de Gracia. El lo hace de acuerdo a estas misteriosas maneras
porque así atiende a Su plan de salvación de nuestra alma, en modo particular, pero muy
importante también, en atención a nuestra participación personal en el plan de salvación de la
humanidad toda. Este último aspecto se engarza dentro de nuestra pertenencia al Cuerpo
Místico del Señor, ya que nuestra necesaria colaboración es fundamental para contribuir a la
navegación del Navío que es la Iglesia, adentrándose en las agitadas aguas del nuevo siglo.
 
Dios dispone así de nuestros momentos de dolor y de nuestros instantes de consuelo
atendiendo a circunstancias en el tiempo y en el espacio, que están fuera de nuestra comprensión.
Son combinaciones de hechos distantes unos de otros de tal modo que es absolutamente
inalcanzable para el hombre el pretender una visión de conjunto de lo que ocurre.
¿De que vale preguntar, u objetar, o tratar de comprender los comos y los cuandos, entonces?
 
La entrega a la Voluntad del Maestro, del Señor, es nuestro consejo de vida. El sabrá como
cuidar a nuestra alma, si es que nos dejamos llevar por Su sendero, aceptando dolor y gozo,
según sea la circunstancia. Porque cómo decía nuestro recordado Padre Emiliano Tardiff:
“Para nosotros, hay días en que la realidad se nos plantea como un Viernes Santo, mientras que
en otros gozamos como en un Domingo de Resurrección. En uno u en otro se expresa la
Voluntad del Señor”.
 
Todo es Gracia, absolutamente todo es Gracia.
Textos de:  "El Kempis" y del Padre Emiliano Rardif.

 

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