El Gigante

 

Me arrastro pesadamente y acudo a un nuevo llamado. Mi cuerpo se queja, lacerado por infinitas cicatrices que forman un jeroglífico indescifrable. Los hombrecitos me rodean, y me cargan la armadura. Unos obligan a mi diestra inerme a blandir la espada, y otros se esfuerzan en que mi mano izquierda tome un escudo innecesario. Me empujan al encuentro de la bestia. Embriagado de impostergables exclamaciones de auxilio me acerco cansinamente. Mato a la bestia del primer planazo. Desando mis pasos al mismo ritmo mientras siembro el camino con mis herramientas. Los hombrecitos salen de sus escondites, me rodean y cantan sus vítores. Sordo ante los reconocimientos. entro desnudo a mi guarida, me acuesto solo en mi cama de oro y le pido a mi pájaro azul que me cante un poquito.