VACAS

Publicado por
@MONYC_RUBI
La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus
discípulos
la razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de
conformismo
y mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden
triunfar.
No obstante, para el maestro la lección más importante que podía
aprender
el joven discípulo era observar lo que sucede cuando finalmente nos
liberamos
de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero
potencial.
Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde
visitaran juntos algunos de los parajes más pobres de la provincia.
Después
de caminar un largo rato encontraron el vecindario más triste y
desolador
de la comarca y se dispusieron a buscar la más humilde de todas las
viviendas.
Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más
alejada
del caserío era, sin duda alguna, la más pobre de todas. Sus paredes se
sostenían en pie de milagro aunque amenazaban con venirse abajo en
cualquier
momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los
desperdicios se acumulaban a su alrededor dándole un aspecto decrépito
y
repulsivo. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella
casucha
de apenas seis metros cuadrados vivían ocho personas. El padre, la
madre,
cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse de
cualquier
manera en aquel reducido espacio.
Sus ropas viejas y remendadas, y la suciedad y el mal olor que envolvía
sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí
reinaba.
Sus miradas tristes y sus cabezas bajas no dejaban duda de que la
pobreza
y la inopia no sólo se había apoderado de sus cuerpos sino que también
había
encontrado albergue en su interior.
Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total la
familia
contaba con una sola posesión extraordinaria bajo tales circunstancias,
una vaca. Una flacuchenta vaca cuya escasa leche le proveía a la
familia
un poco de alimento para sobrevivir. La vaca era la única posesión
material
con la que contaban y lo único que los separaba de la miseria total.
Y allí, en medio de la basura y el desorden, el maestro y su discípulo
pasaron
la noche. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar
a
nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron
de
la morada pero, antes de emprender la marcha, el anciano maestro le
dijo
en voz baja a su discípulo:
-Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes.
Después de todo, lo único que habían visto durante su corta estadía
eran
los resultados de una vida de conformismo y mediocridad, pero aún no
estaba
del todo claro para el joven discípulo cuál era la causa que había
originado
tal estado de abandono. Ésta era la verdadera lección, el maestro lo
sabía
y había llegado el momento de enseñársela.
Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo
para
evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa
y
de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada a la
puerta
de la vivienda.
-¿Qué has hecho maestro? ?dijo el joven susurrando angustiadamente para
no despertar a la familia-. ¿Qué lección es ésta que deja a una familia
en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca que era su
única
posesión?
Sin inmutarse ante la preocupación de su joven discípulo y sin hacer
caso
de sus interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha. Así
pues,
dejando atrás aquella macabra escena, maestro y discípulo partieron. El
primero, aparentemente indiferente ante la suerte que le esperaba a la
pobre
familia por la pérdida del animal. Durante los días siguientes al joven
le asaltaba una y otra vez la nefasta idea de que, sin la vaca, la
familia
seguramente moriría de hambre. ¿Qué otra suerte podían correr tras
haber
perdido su única fuente de sustento?
La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron
pasar
nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la familia.
Buscaron en vano la humilde vivienda. El lugar parecía ser el mismo,
pero
donde un año atrás se encontraba la ruinosa casucha ahora se levantaba
una
casa grande que, aparentemente, había sido construida recientemente. Se
detuvieron por un momento para observar a la distancia, asegurándose
que
se encontraran en el mismo sitio.
Lo primero que pasó por la mente del joven fue el presentimiento de que
la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para aquella
pobre
familia. Muy probablemente, se habían visto obligados a abandonar aquel
lugar y una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de
éste y había construido una mejor vivienda.
¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y su familia? ¿Qué habría
sucedido
con ellos? Quizás fue la pena moral la que los doblegó. Todo esto
pasaba
por la mente del joven mientras se debatía entre el deseo de acercarse
a
la nueva vivienda para indagar por la suerte de lo antiguos moradores o
continuar su viaje y así evitar la confirmación de sus peores
sospechas.
Cuál no sería su sorpresa cuando, del interior de la casa, vio salir al
mismo hombre que un año atrás les había dado posada. Sin embargo, su
aspecto
era totalmente distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba
aseado
y su amplia sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido. El
joven
no daba crédito a lo que veía. ¿Cómo era posible? ¿Qué había acontecido
durante ese año? Rápidamente se dispuso a saludarle par averiguar qué
había
ocasionado tal cambio en la vida de esta familia.
-Hace un año, durante nuestro breve paso por aquí ?dijo el joven-
fuimos
testigos de inmensa pobreza en la que ustedes se encontraban. ¿Qué
ocurrió
durante este tiempo para que todo cambiara?
El hombre, que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los
causantes
de la muerte de la vaca, les contó cómo, casualmente el mismo día de su
partida, algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había
degollado
salvajemente al pobre animal.
El hombre les confesó a lo dos viajeros que su primera reacción ante la
muerte de la vaca fue de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la
leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más
aún,
poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos menos
afortunados
quienes seguramente envidiaban tan preciado bien.
-Sin embargo ?continuó el hombre- poco después de aquel trágico día,
nos
dimos cuenta que, a menos que hiciéramos algo, muy probablemente
nuestra
propia supervivencia se vería amenazada. Necesitábamos comer y buscar
otras
fuentes de alimento para nuestros hijos, así que limpiamos el patio de
la
parte d atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y sembramos
hortalizas
y legumbres para alimentarnos.
-Pasado algún tiempo, nos dimos cuenta que la improvisada granja
producía
mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que
comenzamos
a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con
esa
ganancia compramos más semillas. Poco después vimos que el sobrante de
la
cosecha alcanzaba para venderlo en el mercado del pueblo. Así lo
hicimos
y por primera vez en nuestra vida tuvimos dinero suficiente para
comprar
mejores vestidos y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco,
este
año nos ha traído una vida nueva. Es como si la trágica muerte de
nuestra
vaca, hubiese abierto las puertas de una nueva esperanza.
El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió
finalmente
la lección que su sabio maestro quería enseñarle. Era obvio que la
muerte
del animal fue el principio de una vida de nuevas y mayores
oportunidades.
El maestro, quien había permanecido en silencio escuchando el
fascinante
relato del hombre, llevó al joven a un lado y le preguntó en voz baja:
-¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, habría logrado todo
esto?
-Seguramente no ?respondió el joven.
-¿Comprendes ahora? La vaca, además de ser su única posesión, era
también
la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo y
mediocridad.
Cuando ya no contaron más con la falsa seguridad que les daba sentirse
poseedores de algo, así sólo fuera una flacucha vaca, tomaron la
decisión
de esforzarse por buscar algo más.
-En otras palabras, la vaca, que para sus vecinos era una bendición,
les
daba la sensación de no estar en la pobreza total, cuando en realidad
vivían
en medio de la miseria.
-¡Exactamente! ?respondió el maestro-. Así sucede cuando tienes poco,
porque
lo poco que tienes se convierte en una cadena que no te permite buscar
algo
mejor. El conformismo se apodera de tu vida. Sabes que no eres feliz
con
lo que posees, pero tampoco eres totalmente miserable. Estás frustrado
con
la vida que llevas, mas no lo suficiente como para cambiarla. ¿Ves lo
trágico
de la situación?
-Cuando tienes un trabajo que odias, con el que no logras satisfacer
tus
necesidades económicas mínimas y no te trae absolutamente ninguna
satisfacción,
es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante,
cuando
tienes un trabajo que no te gusta, pero que cubre tus necesidades
mínimas
y te ofrece cierta comodidad aunque no la calidad de vida que
verdaderamente
deseas para ti y tu familia, es fácil conformarte con lo poco que
tienes.
Es fácil caer presa del dar gracias ya que por lo menos cuentas con
algo?
Después de todo, hay muchos que no tienen nada y quisieran contar con
el
trabajo que tú tienes.
Esta idea es similar a aquella vaca y, a menos que te deshagas de ella,
no podrás experimentar un mundo distinto al que has vivido. Estás
condenado
a ser víctima de por vida de estas limitaciones que tú mismo te has
encargado
de establecer. Es como si hubieses decidido vendar tus ojos y
conformarte
con tu suerte.
Todos tenemos vacas en nuestras vidas. Llevamos a cuestas creencias,
excusas
y justificaciones que nos mantienen atados a una vida de mediocridad.
Poseemos
vacas que no nos dejan buscar mejores oportunidades. Cargamos con
pretextos
y disculpas para explicar por qué no estamos viviendo la vida que
queremos.
Nos damos excusas que ni nosotros mismos creemos, que nos dan un falso
sentido
de seguridad cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de
oportunidades
que sólo podremos apreciar si matamos a nuestras vacas.
«Qué gran lección», pensó el joven discípulo a inmediatamente
reflexionó
acerca de sus propias vacas. Durante el resto del viaje recapacitó
acerca
de todas aquellas limitaciones que él mismo se había encargado de
adquirir
a lo largo de su vida. Prometió liberarse de todas las vacas que lo
mantenían
atado a una existencia de mediocridad y le impedían utilizar su
verdadero
potencial.
Indudablemente, aquel día marcaba el comienzo de una nueva vida, ¡una
vida
libre de vaca
Desconozco el autor
discípulos
la razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de
conformismo
y mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden
triunfar.
No obstante, para el maestro la lección más importante que podía
aprender
el joven discípulo era observar lo que sucede cuando finalmente nos
liberamos
de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero
potencial.
Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde
visitaran juntos algunos de los parajes más pobres de la provincia.
Después
de caminar un largo rato encontraron el vecindario más triste y
desolador
de la comarca y se dispusieron a buscar la más humilde de todas las
viviendas.
Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más
alejada
del caserío era, sin duda alguna, la más pobre de todas. Sus paredes se
sostenían en pie de milagro aunque amenazaban con venirse abajo en
cualquier
momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los
desperdicios se acumulaban a su alrededor dándole un aspecto decrépito
y
repulsivo. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella
casucha
de apenas seis metros cuadrados vivían ocho personas. El padre, la
madre,
cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse de
cualquier
manera en aquel reducido espacio.
Sus ropas viejas y remendadas, y la suciedad y el mal olor que envolvía
sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí
reinaba.
Sus miradas tristes y sus cabezas bajas no dejaban duda de que la
pobreza
y la inopia no sólo se había apoderado de sus cuerpos sino que también
había
encontrado albergue en su interior.
Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total la
familia
contaba con una sola posesión extraordinaria bajo tales circunstancias,
una vaca. Una flacuchenta vaca cuya escasa leche le proveía a la
familia
un poco de alimento para sobrevivir. La vaca era la única posesión
material
con la que contaban y lo único que los separaba de la miseria total.
Y allí, en medio de la basura y el desorden, el maestro y su discípulo
pasaron
la noche. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar
a
nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron
de
la morada pero, antes de emprender la marcha, el anciano maestro le
dijo
en voz baja a su discípulo:
-Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes.
Después de todo, lo único que habían visto durante su corta estadía
eran
los resultados de una vida de conformismo y mediocridad, pero aún no
estaba
del todo claro para el joven discípulo cuál era la causa que había
originado
tal estado de abandono. Ésta era la verdadera lección, el maestro lo
sabía
y había llegado el momento de enseñársela.
Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo
para
evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa
y
de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada a la
puerta
de la vivienda.
-¿Qué has hecho maestro? ?dijo el joven susurrando angustiadamente para
no despertar a la familia-. ¿Qué lección es ésta que deja a una familia
en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca que era su
única
posesión?
Sin inmutarse ante la preocupación de su joven discípulo y sin hacer
caso
de sus interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha. Así
pues,
dejando atrás aquella macabra escena, maestro y discípulo partieron. El
primero, aparentemente indiferente ante la suerte que le esperaba a la
pobre
familia por la pérdida del animal. Durante los días siguientes al joven
le asaltaba una y otra vez la nefasta idea de que, sin la vaca, la
familia
seguramente moriría de hambre. ¿Qué otra suerte podían correr tras
haber
perdido su única fuente de sustento?
La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron
pasar
nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la familia.
Buscaron en vano la humilde vivienda. El lugar parecía ser el mismo,
pero
donde un año atrás se encontraba la ruinosa casucha ahora se levantaba
una
casa grande que, aparentemente, había sido construida recientemente. Se
detuvieron por un momento para observar a la distancia, asegurándose
que
se encontraran en el mismo sitio.
Lo primero que pasó por la mente del joven fue el presentimiento de que
la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para aquella
pobre
familia. Muy probablemente, se habían visto obligados a abandonar aquel
lugar y una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de
éste y había construido una mejor vivienda.
¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y su familia? ¿Qué habría
sucedido
con ellos? Quizás fue la pena moral la que los doblegó. Todo esto
pasaba
por la mente del joven mientras se debatía entre el deseo de acercarse
a
la nueva vivienda para indagar por la suerte de lo antiguos moradores o
continuar su viaje y así evitar la confirmación de sus peores
sospechas.
Cuál no sería su sorpresa cuando, del interior de la casa, vio salir al
mismo hombre que un año atrás les había dado posada. Sin embargo, su
aspecto
era totalmente distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba
aseado
y su amplia sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido. El
joven
no daba crédito a lo que veía. ¿Cómo era posible? ¿Qué había acontecido
durante ese año? Rápidamente se dispuso a saludarle par averiguar qué
había
ocasionado tal cambio en la vida de esta familia.
-Hace un año, durante nuestro breve paso por aquí ?dijo el joven-
fuimos
testigos de inmensa pobreza en la que ustedes se encontraban. ¿Qué
ocurrió
durante este tiempo para que todo cambiara?
El hombre, que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los
causantes
de la muerte de la vaca, les contó cómo, casualmente el mismo día de su
partida, algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había
degollado
salvajemente al pobre animal.
El hombre les confesó a lo dos viajeros que su primera reacción ante la
muerte de la vaca fue de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la
leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más
aún,
poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos menos
afortunados
quienes seguramente envidiaban tan preciado bien.
-Sin embargo ?continuó el hombre- poco después de aquel trágico día,
nos
dimos cuenta que, a menos que hiciéramos algo, muy probablemente
nuestra
propia supervivencia se vería amenazada. Necesitábamos comer y buscar
otras
fuentes de alimento para nuestros hijos, así que limpiamos el patio de
la
parte d atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y sembramos
hortalizas
y legumbres para alimentarnos.
-Pasado algún tiempo, nos dimos cuenta que la improvisada granja
producía
mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que
comenzamos
a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con
esa
ganancia compramos más semillas. Poco después vimos que el sobrante de
la
cosecha alcanzaba para venderlo en el mercado del pueblo. Así lo
hicimos
y por primera vez en nuestra vida tuvimos dinero suficiente para
comprar
mejores vestidos y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco,
este
año nos ha traído una vida nueva. Es como si la trágica muerte de
nuestra
vaca, hubiese abierto las puertas de una nueva esperanza.
El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió
finalmente
la lección que su sabio maestro quería enseñarle. Era obvio que la
muerte
del animal fue el principio de una vida de nuevas y mayores
oportunidades.
El maestro, quien había permanecido en silencio escuchando el
fascinante
relato del hombre, llevó al joven a un lado y le preguntó en voz baja:
-¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, habría logrado todo
esto?
-Seguramente no ?respondió el joven.
-¿Comprendes ahora? La vaca, además de ser su única posesión, era
también
la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo y
mediocridad.
Cuando ya no contaron más con la falsa seguridad que les daba sentirse
poseedores de algo, así sólo fuera una flacucha vaca, tomaron la
decisión
de esforzarse por buscar algo más.
-En otras palabras, la vaca, que para sus vecinos era una bendición,
les
daba la sensación de no estar en la pobreza total, cuando en realidad
vivían
en medio de la miseria.
-¡Exactamente! ?respondió el maestro-. Así sucede cuando tienes poco,
porque
lo poco que tienes se convierte en una cadena que no te permite buscar
algo
mejor. El conformismo se apodera de tu vida. Sabes que no eres feliz
con
lo que posees, pero tampoco eres totalmente miserable. Estás frustrado
con
la vida que llevas, mas no lo suficiente como para cambiarla. ¿Ves lo
trágico
de la situación?
-Cuando tienes un trabajo que odias, con el que no logras satisfacer
tus
necesidades económicas mínimas y no te trae absolutamente ninguna
satisfacción,
es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante,
cuando
tienes un trabajo que no te gusta, pero que cubre tus necesidades
mínimas
y te ofrece cierta comodidad aunque no la calidad de vida que
verdaderamente
deseas para ti y tu familia, es fácil conformarte con lo poco que
tienes.
Es fácil caer presa del dar gracias ya que por lo menos cuentas con
algo?
Después de todo, hay muchos que no tienen nada y quisieran contar con
el
trabajo que tú tienes.
Esta idea es similar a aquella vaca y, a menos que te deshagas de ella,
no podrás experimentar un mundo distinto al que has vivido. Estás
condenado
a ser víctima de por vida de estas limitaciones que tú mismo te has
encargado
de establecer. Es como si hubieses decidido vendar tus ojos y
conformarte
con tu suerte.
Todos tenemos vacas en nuestras vidas. Llevamos a cuestas creencias,
excusas
y justificaciones que nos mantienen atados a una vida de mediocridad.
Poseemos
vacas que no nos dejan buscar mejores oportunidades. Cargamos con
pretextos
y disculpas para explicar por qué no estamos viviendo la vida que
queremos.
Nos damos excusas que ni nosotros mismos creemos, que nos dan un falso
sentido
de seguridad cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de
oportunidades
que sólo podremos apreciar si matamos a nuestras vacas.
«Qué gran lección», pensó el joven discípulo a inmediatamente
reflexionó
acerca de sus propias vacas. Durante el resto del viaje recapacitó
acerca
de todas aquellas limitaciones que él mismo se había encargado de
adquirir
a lo largo de su vida. Prometió liberarse de todas las vacas que lo
mantenían
atado a una existencia de mediocridad y le impedían utilizar su
verdadero
potencial.
Indudablemente, aquel día marcaba el comienzo de una nueva vida, ¡una
vida
libre de vaca
Desconozco el autor
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