La importancia de la nariz y el ego no domesticado

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@THUBAN

01/06/2005#N5828

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La importancia de la nariz y el ego no domesticado de la sociedad
Marcelo D. Ferrer
La Plata, Buenos Aires, Argentina.



Mi cara está muy atrás y la nariz se me nota mucho. No es que sea narigón, pero si lo fuera, no sería importante. En realidad es como un toque de distinción mi nariz. Aunque... si pudiera pasar por un post-operatorio sin que nadie se entere, me haría la nariz de.... ¿como se llama este actor? ¡La pucha! ¡Ah, si! La de Bradd Pittersen.


Cuando le pregunté a mi mamá si mi nariz era desproporcionada con el resto de mi cuerpo, dijo que no, ella me vio enterito, ¡je!


Lo feo y lo lindo, como lo grande y lo chico, lo son sólo por una cuestión de proporciones. Además, todos los grandes hombres de la historia de la humanidad -o casi todos- fueron narigones; ¿qué me deparará la historia a mí?


Por otro lado, a los 40, se me nota más la panza. Ahora ya no me interesa tanto la nariz. ¡Gracias panza!, estuve 25 años pensando en la pútrida nariz.


#- ¡El flequillo te queda bien, disimula tu pequeña boca! -me dijo una buena amiga- ¡Si te lo dejas hasta los pies todavía sería mucho mejor! -Agregó la muy desgraciada-. Y para embarrarla todavía peor, dijo: --Sólo que.... un tal "Tío Cosa" te copió la onda. -¡Puf!, la insensible me pulverizó la autoestima, pero jamás la volví a llamar MI AMIGA, después le decía: si querida -.


Bla, bla, bla, bla!


La apariencia: nuestra carta de presentación.


Todo el valor que le damos a la superficie de las cosas. Sobrevolamos la superficie y nos quedamos en la inmediatez de lo trascendente. Pareciera que el hecho de ser seres temporarios y de visita por acá, nos pusiera el sesgo de observar la vida como de tránsito.
Hablando de tránsito: me viene a la memoria algo de cuando era chico y viajaba de vacaciones. Desde la ventanilla del auto -en el que viajaba con mi familia- y harto de los postes de luz, me ponía a mirar esos campos inmensos sobre la ruta 2, allá en la provincia de Buenos Aires, en Argentina. De aburrido nomás contaba tranqueras, molinos, monolitos y paisanos en bicicleta... Pero lo que más me llamaba la atención, era ver a las vacas mirando desde detrás de los alambrados. ¿Qué mirarían las vacas? ¿Mirarían mi nariz? ¿A ustedes que les parece? Bueno..., dejemos eso.


Cuando miramos a alguien creemos ver a la persona. Quizá baste un sólo segundo para verla de verdad metida dentro de su envase. Sólo que... no estamos dispuestos a invertir ese segundo. Sin embargo, un segundo, es toda la eternidad. Se me ha ocurrido pensar que de la vida a la muerte hay menos de un segundo. Para ser optimista lo pienso al revés, supongo que la distancia es la misma.


Ahora, díganme: cuánto mejor es estar cerca de la gente bella y atractiva, ¿no? Es como usar un buen reloj o una buena joya y andar presumiendo de su precio. Umh ! ¿Qué precio pagaremos por estar cerca de alguien que sólo es bello corporalmente? La verdad, ese precio no es como para andar presumiendo. El ser acreedor de uno mismo complica un poco la cobranza.


Ocurre que es difícil pararse en el medio de la corriente social y desafiarla, algunos elegidos solamente pueden. Si nos empecinamos en ir en contra de los principios socialmente establecidos, casi nos condenamos a estar dando explicaciones a cada rato de por qué tenemos un comportamiento tan extraño. En fin, cada uno elige.


Ahora que escribo todo esto y que estoy por llegar al final, me pregunto a quien puede interesarle un tema tan remanido, asumido y eludido como la vanidad o el complejo de inferioridad, y toda esa meresunda barata de dar la medida de los moldes. Aunque... si llegaron hasta acá, merecen un final.


No voy a decir lo obvio; ¿o lo digo? ¡Sí, lo digo! ¿O no lo digo? Bueno..., no está de más. Vivimos... como vivimos, en un reproche. Si no es nuestra nariz será nuestra boca, el pelo, las manos, las orejas, los ojos, los dientes, la estatura, los pechos chicos, los pechos grandes, las piernas largas, las piernas cortas, las caderas anchas, las caderas angostas, los ojos de la vecina, las manos del peluquero o el trasero que tenía la abuela Catalina cuando era joven y la maldición de no haber nacido con sus genes. ¡¡Ni hablar!! Hay millones de estupideces que nos inmovilizan como personas.


Ahh la belleza!!


La-be-lle-za... pero la belleza... belleza, es otra cosa.


Ahora quisiera que me dés una respuesta de esas... las que salen del alma. Las que no se meditan ni se concilian con el parecer de los demás... Esas respuestas que son un secreto nuestro -quiero decir... tuyo- entre vos y vos: ¿Eres tú una persona bella? Si fuera que si, no dejes de pensarlo toda vez que te dirijas a los demás o te mires al espejo. De ese modo, esa belleza alisará tus contornos. Si es que no: llama de inmediato a la sociedad de psicología, tienes un serio problema.

 

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