El difícil oficio de ser niño en el mundo de hoy

Escrito por
@KOPSI

09/08/2005#N6354

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Los adultos de hoy consideramos que los niños son la esperanza de un futuro mejor. Ellos heredarán los beneficios y perjuicios de nuestro accionar. Serán los que en el futuro puedan hacer la elección entre cambiar el estado de cosas. Ya sea que lo mejoren o lo empeoren.

Habrá entre ellos quienes tengan carreras exitosas, brillante futuro, y quienes queden sumergidos en bolsones de pobreza y marginalidad. Con limitado acceso a la educación, salud, seguridad, vivienda, diversión.

Depende del entorno en que viven, de la estimulación que se les brinde y de sus potencialidades. Pero no podemos ignorar que son precisamente estas últimas las que se lesionan por la falta de alimentación adecuada y el acceso a la escolaridad, en todos sus niveles. Y de este tema los responsables somos los actuales adultos.

En los países del llamado Tercer Mundo, se postergan los Derechos del Niño. Así es como existen la explotación y trabajo infantil, relegando de ese modo sus posibilidades de estudiar. Dejando en el camino los anhelos de formar adultos críticos.

Desde mi actividad docente tengo contacto diario con niños de escolaridad primaria de todos los niveles. La mayoría de los niños viven situaciones que no son las ideales ni tampoco las más propicias para propender a su desarrollo integral. Sufren carencias económicas y afectivas que alteran sustancialmente lo que entendemos por infancia.

Los niños de hoy tienen plena conciencia de las dificultades que atraviesan sus padres. Eso les impide acceder a actividades recreativas y a útiles escolares, indispensables para el estudio. Entonces, transcurren una infancia que no es tal. Se ocupan de temas que no son adecuados a su edad. Y se sienten impotentes porque no pueden resolverlos.

Las ocupaciones de ambos padres los sumerge en escuelas durante la mayor parte del día. Se alimentan en ellas. Es donde se sienten más amparados, porque siempre hay un adulto que, aunque no sea de su familia, se ocupa de ellos. Los escucha, los aconseja, les brinda afecto y contención.

Pero eso no es suficiente. Es en sus hogares donde deben recibir atención. Sus padres deben tener tiempo para escucharlos. Porque ellos lo necesitan. Porque ellos lo merecen.

Lamentablemente, el rol de la paternidad y maternidad responsables va desapareciendo. Se va depositando paulatinamente esa función en los maestros de las diferentes áreas. Y los niños se rebelan. Se esfuerzan por llamar la atención de otros adultos que no sean los educadores: De sus familias. Así es como sobrevienen problemas de conducta y de falta de atención en clases. El hecho de que los padres deban concurrir a las Escuelas para escuchar informes acerca de sus hijos, los hace sentir queridos. Todo ello conduce, inevitablemente, al deterioro de la función educativa: A la falta de aprendizaje. Los maestros deben cumplir una función asistencial, además del rol tradicional de educadores, porque la situación actual es una emergencia. Muchas veces se van improvisando métodos alternativos que sólo sirven para paliar temporalmente la crisis.

En las cabecitas infantiles rondan temas más importantes que resolver un ejercicio gramatical o matemático, aprender un tema histórico o geográfico. Se distraen en problemáticas más agudas, que los marcan a fuego. Que dejan recuerdos no gratos.

¡Quedarán en sus memorias tantas cosas!. Los cuentos no contados a la hora de acostarse. Esos días hábiles sin ver a sus padres que regresan cuando ellos ya duermen. Su trabajo nocturno recogiendo cartones y haciendo filas frente a las panaderías para mendigar lo que no se vendió. La botella con leche y una bolsita de pan que se les daba en las escuelas, para compartir con sus hermanitos pequeños algo en la comida de la noche. Esos fines de semana donde el alimento escasea y la distracción es palabra desconocida. La ansiedad por regresar a la seguridad de la Escuela, donde comerán tres veces cada día: desayuno, almuerzo y merienda.

Difícil oficio ser niño en la actualidad. Enfrentando problemáticas que no se entienden pero se sufren. Donde no se vislumbran mejores horizontes. Donde, en definitiva, la inocencia se pierde antes de tiempo.

 

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