EN LOS OJOS QUE TE VEN
Escrito por
@MABE
EN LOS OJOS QUE TE VEN
El gato se hacía el dormido sobre el televisor.
Movía los bigotes y entrecerraba los ojos.
Ella barrió la cocina con la casa llena de radio.
Él estacionó la camioneta ganándole el lugar a otro.
Ella pasaba el lampazo con ritmo.
Él tocó el timbre.
Ella se acordó del plomero.
Él cambió la valija de mano y miró la hora.
Ella se levantó un mechón que se le caía.
Abrió la puerta.
Él la saludó cortés.
La miró como al pasar.
Le sonrió: - Soy el plomero.
Ella le resbaló la mirada.
-Entre, es en la cocina.
Se adelantó con apuro (la mañana es corta).
Él le evaluó la cola cuando se alejaba.
La siguió despacio.
Ella lo dejó con el desaguadero.
Él se agachó y aprovechó para mirarle los tobillos.
Ella empezó a limpiar las ventanas.
Tenía ganas de llorar.
Él desajustó un empalme y le escuchó un suspiro.
Ella pasaba el jabón por los vidrios
Él siguió el recorrido de una gota de traspiración.
La vio bajarle por el cuello y perderse por el escote buscando los pechos.
Ella deseó que la vieran mujer.
Él silbó bajito.
El gato lo miró lamiéndose una pata.
Olió a caza y maulló cómplice.
Ella estrujó un papel para sacar restos jabonosos.
A él se le cayó una tuerca que resonó sobre los mosaicos.
Ella lo miró.
-No es nada- la tranquilizó él.
Ella se dio la vuelta y siguió frotando.
Él se detuvo siguiéndole los movimientos.:
Los músculos de la espalda se le marcaban, bajo la remera.
El pelo se le enroscaba desordenado.
Ella pensó en empezar un régimen.
Tal vez así...
Tal vez la descubrieran mujer.
Él puso pastina en la rosca, despacio, en cámara lenta.
La radio atronó un noticiero.
-¿Qué me dice? – observó él.
-Son todos lo mismo- cortó ella sin volver la cabeza.
Tal vez, si se teñía, si se cambiaba el corte....
Él pensó que sus piernas eran redondas y lindas.
Se imaginó abriéndolas.
Ella decidió almorzar liviano y hacerse las mechas.
La angustia le cerraba la garganta.
Él deseó ser su hombre.
Quiso acariciarla toda.
Ella fue al baño a lavarse las manos.
Él guardó la tenaza.
Acomodó las herramientas, haciendo tiempo.
-Ya está - la llamó.
Ella volvió con la billetera en la mano.
-¿Quedó bien?
-Y, si, un tiempo más va a aguantar.
Él la miró a los ojos, directo, sonriendo.
Ella se agachó a ver bajo la mesada.
-Bueno, ¿cuánto es?
Él le aspiró el perfume.
Jabón y mujer.
Se sintió borracho.
El gato se estiró maullando.
Se acomodó lánguido y expectante.
-Treinta pesos – susurró él
Gratis – pensó – te lo regalo.
Ella sacó los billetes ( la cuota de un gimnasio)
Él los guardó en el bolsillo.
Recogió la valija.
Ella estaba inquieta, se hacía tarde.
Él le dio la mano y se la detuvo.
La sintió caliente y áspera.
Ella abrió la puerta.
Pensó que necesitaba ser deseada.
Estaba de harta de ser sólo una madre.
-Adiós – se apenó él – fue un gusto.
-Claro – contestó ella – hasta otra vez.
Lo que el gato vio no se lo dijo a nadie.
Y es una pena.
A él le costó arrancar la camioneta.
Ella comió un tomate
Y lavó la ropa.
Mabel Decoud
El gato se hacía el dormido sobre el televisor.
Movía los bigotes y entrecerraba los ojos.
Ella barrió la cocina con la casa llena de radio.
Él estacionó la camioneta ganándole el lugar a otro.
Ella pasaba el lampazo con ritmo.
Él tocó el timbre.
Ella se acordó del plomero.
Él cambió la valija de mano y miró la hora.
Ella se levantó un mechón que se le caía.
Abrió la puerta.
Él la saludó cortés.
La miró como al pasar.
Le sonrió: - Soy el plomero.
Ella le resbaló la mirada.
-Entre, es en la cocina.
Se adelantó con apuro (la mañana es corta).
Él le evaluó la cola cuando se alejaba.
La siguió despacio.
Ella lo dejó con el desaguadero.
Él se agachó y aprovechó para mirarle los tobillos.
Ella empezó a limpiar las ventanas.
Tenía ganas de llorar.
Él desajustó un empalme y le escuchó un suspiro.
Ella pasaba el jabón por los vidrios
Él siguió el recorrido de una gota de traspiración.
La vio bajarle por el cuello y perderse por el escote buscando los pechos.
Ella deseó que la vieran mujer.
Él silbó bajito.
El gato lo miró lamiéndose una pata.
Olió a caza y maulló cómplice.
Ella estrujó un papel para sacar restos jabonosos.
A él se le cayó una tuerca que resonó sobre los mosaicos.
Ella lo miró.
-No es nada- la tranquilizó él.
Ella se dio la vuelta y siguió frotando.
Él se detuvo siguiéndole los movimientos.:
Los músculos de la espalda se le marcaban, bajo la remera.
El pelo se le enroscaba desordenado.
Ella pensó en empezar un régimen.
Tal vez así...
Tal vez la descubrieran mujer.
Él puso pastina en la rosca, despacio, en cámara lenta.
La radio atronó un noticiero.
-¿Qué me dice? – observó él.
-Son todos lo mismo- cortó ella sin volver la cabeza.
Tal vez, si se teñía, si se cambiaba el corte....
Él pensó que sus piernas eran redondas y lindas.
Se imaginó abriéndolas.
Ella decidió almorzar liviano y hacerse las mechas.
La angustia le cerraba la garganta.
Él deseó ser su hombre.
Quiso acariciarla toda.
Ella fue al baño a lavarse las manos.
Él guardó la tenaza.
Acomodó las herramientas, haciendo tiempo.
-Ya está - la llamó.
Ella volvió con la billetera en la mano.
-¿Quedó bien?
-Y, si, un tiempo más va a aguantar.
Él la miró a los ojos, directo, sonriendo.
Ella se agachó a ver bajo la mesada.
-Bueno, ¿cuánto es?
Él le aspiró el perfume.
Jabón y mujer.
Se sintió borracho.
El gato se estiró maullando.
Se acomodó lánguido y expectante.
-Treinta pesos – susurró él
Gratis – pensó – te lo regalo.
Ella sacó los billetes ( la cuota de un gimnasio)
Él los guardó en el bolsillo.
Recogió la valija.
Ella estaba inquieta, se hacía tarde.
Él le dio la mano y se la detuvo.
La sintió caliente y áspera.
Ella abrió la puerta.
Pensó que necesitaba ser deseada.
Estaba de harta de ser sólo una madre.
-Adiós – se apenó él – fue un gusto.
-Claro – contestó ella – hasta otra vez.
Lo que el gato vio no se lo dijo a nadie.
Y es una pena.
A él le costó arrancar la camioneta.
Ella comió un tomate
Y lavó la ropa.
Mabel Decoud
Comentarios
@MABE
28/12/2009
Repasando los textos que subí alguna vez... le dejo un cuentito.
Besooos, Mabel
@MABE
29/12/2009
Gracias, Baires, por leerlo.
Besoootes
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