Liberarse de la sensibilidad/SUSANA /
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@DULCEDELECHE54
Liberarse de la sensibilidad
Un día llegaron siete hermanos a donde moraba el abad Anoub. Pidieron que les enseñase el camino para liberarse de tanta sensibilidad como tenían, ya que su amor propio no les dejaba vivir en paz ni en armonía entre ellos. El anciano padre del desierto les mandó que fueran ante una estatua de piedra que había abandonada, no muy lejos de allí. Una vez ante la estatua, debían increparla con todo tipo de palabras injuriosas, calumniosas y mofarse, reírse de ella y tirarle al rostro unos puñados de arena. Después de comer, el abad les mandó que fueran otra vez ante la misma estatua de piedra. Pero ahora debían pedirle perdón por lo dicho y por lo hecho durante toda la mañana; debían ensalzarla con todo tipo de elogios, cumplidos, parabienes y alabanzas.
Por la noche, el abad Anoub les preguntó: «¿Visteis si la estatua se sonrojaba o protestaba al proferir vuestros insultos? ¿O bien se encolerizaba cuando le tirabais arena al rostro?». Respondieron: «No». El anciano prosiguió: «Al pedir perdón a la estatua, ¿escuchasteis de su boca: ¿No te perdono? ¿Manifestó alegría por vuestras alabanzas?». Dijeron: «No».
El abad concluyó: «Si queremos que nuestra hipersensibilidad, nuestro amor propio no nos perturbe ni nos dañe... lo primero que debemos hacer es imitar la indiferencia de la estatua de piedra; su silencio ante los insultos y las alabanzas; ante las afrentas, los vituperios y los elogios. Ningún hecho o palabra ¬buena o mala¬ deben perturbar ni herir nuestro interior».
José María ALIMBAU
2004-04-28 ‘ABC’
PARA TODOS MIS AMIGOS DE ENCONTRARSE
CON AMOR
SUSANA
Un día llegaron siete hermanos a donde moraba el abad Anoub. Pidieron que les enseñase el camino para liberarse de tanta sensibilidad como tenían, ya que su amor propio no les dejaba vivir en paz ni en armonía entre ellos. El anciano padre del desierto les mandó que fueran ante una estatua de piedra que había abandonada, no muy lejos de allí. Una vez ante la estatua, debían increparla con todo tipo de palabras injuriosas, calumniosas y mofarse, reírse de ella y tirarle al rostro unos puñados de arena. Después de comer, el abad les mandó que fueran otra vez ante la misma estatua de piedra. Pero ahora debían pedirle perdón por lo dicho y por lo hecho durante toda la mañana; debían ensalzarla con todo tipo de elogios, cumplidos, parabienes y alabanzas.
Por la noche, el abad Anoub les preguntó: «¿Visteis si la estatua se sonrojaba o protestaba al proferir vuestros insultos? ¿O bien se encolerizaba cuando le tirabais arena al rostro?». Respondieron: «No». El anciano prosiguió: «Al pedir perdón a la estatua, ¿escuchasteis de su boca: ¿No te perdono? ¿Manifestó alegría por vuestras alabanzas?». Dijeron: «No».
El abad concluyó: «Si queremos que nuestra hipersensibilidad, nuestro amor propio no nos perturbe ni nos dañe... lo primero que debemos hacer es imitar la indiferencia de la estatua de piedra; su silencio ante los insultos y las alabanzas; ante las afrentas, los vituperios y los elogios. Ningún hecho o palabra ¬buena o mala¬ deben perturbar ni herir nuestro interior».
José María ALIMBAU
2004-04-28 ‘ABC’
PARA TODOS MIS AMIGOS DE ENCONTRARSE
CON AMOR
SUSANA
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