ALMA DE VALIJA. Europa no es cuento.
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@OLIVOSCITY
Alma de valija
Maleteros y changarines eran los de antes
Menos mal que las valijas vienen con rueditas porque a muchos nos sería imposible cargar con ellas en Europa occidental. Y hago la salvedad, aunque Europa sea sólo una. Las costumbres en nuestros destinos más frecuentes con la prosperidad se han hecho muy distintas a las de antes. En cambio, todavía nos levantan las valijas en los países que estaban detrás de la Cortina de Hierro, que hace muy poco se incorporaron al catálogo turístico.
Por eso es útil que en los avisos de promoción de las excursiones acompañadas expliquen, entre los servicios incluidos en el precio, la atención de maleteros. Los operadores contratan esa tarea que ya los hoteles no brindan. Las cuentas claras conservan la amistad. Allí no ocurre como en la Argentina donde siempre hay personas dispuestas a ayudarnos por una propina. O por gentileza.
Al llegar en avión, en general, se puede obtener un carrito, pero nadie lo ayudará a sacar la maleta de la cinta transportadora como puede pedirse en Ezeiza. Luego, al salir a la calle para buscar transporte no encontrará ningún changador; es un oficio que parece haberse extinguido. Al ubicar un transfer no suponga que se harán cargo de su equipaje para colocarlo en el depósito mientras usted se va a sentar. Tendrá que ubicarlo con su propio esfuerzo. No se olvide de colocar bien las tarjetas de identificación o de su seguro de viaje para evitar confusiones, porque cualquier pasajero pone y saca, y la mayoría de las valijas son negras.
Y le pasará lo mismo en la terminal del bus o cuando tome un taxi: esperarán que usted las coloque en el baúl haciéndose los distraídos o poniéndose de mal humor si les pide que ellos lo hagan. Y no importa la propina.
Hasta aquí uno recuerda el consejo de viajar con poco peso. Y no ha visto lo peor que le espera al llegar al hotel. Se sentirá huérfano, en la calle con la valija al pie, si sueña que lo saldrán a recibir. La excepción son por supuesto los trenes de lujo, mucho lujo.
En el hotel, luego de la cola en recepción, cuando reciba la llave de su habitación, le espera una peregrinación aún más larga y solitaria porque no hay quien ayude. Luego vendrá el largo pasillo, si no hay desniveles en el laberinto que le conviertan su columna en puré de huesos. Finalmente podrá tirarse en la cama hasta que reúna energía para poner la valija en el banquito o sensatamente dejarla en el suelo.
Esto no es turismo ficción, sino un testimonio en primera persona en Europa que me ha llevado a viajar con lo puesto para no perder mi Alma de valija.
Por Horacio de Dios
Maleteros y changarines eran los de antes
Menos mal que las valijas vienen con rueditas porque a muchos nos sería imposible cargar con ellas en Europa occidental. Y hago la salvedad, aunque Europa sea sólo una. Las costumbres en nuestros destinos más frecuentes con la prosperidad se han hecho muy distintas a las de antes. En cambio, todavía nos levantan las valijas en los países que estaban detrás de la Cortina de Hierro, que hace muy poco se incorporaron al catálogo turístico.
Por eso es útil que en los avisos de promoción de las excursiones acompañadas expliquen, entre los servicios incluidos en el precio, la atención de maleteros. Los operadores contratan esa tarea que ya los hoteles no brindan. Las cuentas claras conservan la amistad. Allí no ocurre como en la Argentina donde siempre hay personas dispuestas a ayudarnos por una propina. O por gentileza.
Al llegar en avión, en general, se puede obtener un carrito, pero nadie lo ayudará a sacar la maleta de la cinta transportadora como puede pedirse en Ezeiza. Luego, al salir a la calle para buscar transporte no encontrará ningún changador; es un oficio que parece haberse extinguido. Al ubicar un transfer no suponga que se harán cargo de su equipaje para colocarlo en el depósito mientras usted se va a sentar. Tendrá que ubicarlo con su propio esfuerzo. No se olvide de colocar bien las tarjetas de identificación o de su seguro de viaje para evitar confusiones, porque cualquier pasajero pone y saca, y la mayoría de las valijas son negras.
Y le pasará lo mismo en la terminal del bus o cuando tome un taxi: esperarán que usted las coloque en el baúl haciéndose los distraídos o poniéndose de mal humor si les pide que ellos lo hagan. Y no importa la propina.
Hasta aquí uno recuerda el consejo de viajar con poco peso. Y no ha visto lo peor que le espera al llegar al hotel. Se sentirá huérfano, en la calle con la valija al pie, si sueña que lo saldrán a recibir. La excepción son por supuesto los trenes de lujo, mucho lujo.
En el hotel, luego de la cola en recepción, cuando reciba la llave de su habitación, le espera una peregrinación aún más larga y solitaria porque no hay quien ayude. Luego vendrá el largo pasillo, si no hay desniveles en el laberinto que le conviertan su columna en puré de huesos. Finalmente podrá tirarse en la cama hasta que reúna energía para poner la valija en el banquito o sensatamente dejarla en el suelo.
Esto no es turismo ficción, sino un testimonio en primera persona en Europa que me ha llevado a viajar con lo puesto para no perder mi Alma de valija.
Por Horacio de Dios
Comentarios
@OLIVOSCITY
05/02/2007
Esto me suena del Primer Mundo cuando lo puse tenia la intencion de demostar las diferencias entre una estacion europea y las nuestras.......
Ademas de aconsejar llevar poco peso....
Claro llevamos pocos pesos, eso sin duda...
Buenos Besos y saludos a todos
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