Vivir es esculpirnos
Publicado por
@MOON
Diálogos del alma
Por Sergio Sinay
Según un viejo aforismo anónimo, envejecer es inevitable, pero madurar es opcional. No somos responsables, por lo tanto, de nuestra edad cronológica. Esto es algo que harían bien en recordar quienes se creen a salvo de ella y se mofan de los viejos o los miran despectivamente. Pero sí somos responsables de nuestra edad emocional, intelectual y espiritual. Es curioso que sólo se acepte como patológica una edad mental retrasada cuando ésta es producto de disfunciones orgánicas, cognitivas o neurológicas, pero que no se cuestione la salud de quienes, sin ninguna de esas disfunciones, se comportan como eternos adolescentes en fuga de responsabilidades y en huida permanente de los deberes y actitudes que van apareciendo en los distintas etapas del ciclo evolutivo.
Sólo muestran afuera lo que les ocurre adentro quienes acompañan el paso del tiempo evolucionando al compás del mismo, aceptándolo, actualizando sus necesidades y su mapa existencial y explorando nuevas respuestas para nuevas preguntas (la vida tiene interrogantes renovados para cada etapa y todos apuntan al descubrimiento del sentido de la propia existencia). Son personas que, despreocupadas de una absurda e inútil batalla contra las naturales huellas del tiempo, exhiben integridad. Esto es armonía y coherencia entre sus ideas y sus conductas, entre su edad y sus actitudes. No se limitan a acumular experiencias, las transforman en aprendizaje, en alimento para sus ideas, enriquecen con ellas su visión del mundo. Son, aunque no se lo propongan, referentes válidos para quienes vienen detrás, lideran por simple presencia y consecuencia la marcha de las generaciones.
Madurar es, en efecto, un proceso que requiere conciencia y actitud. Es hacer de la edad que se tiene una vida vivida y no una vida negada. Requiere comprender que estamos instalados en lo que la médica suiza Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) llamaba la rueda de la vida (así se titula, precisamente, su conmovedora autobiografía, en la que narra su dedicación a acompañar a las personas en sus tramos finales). Cuatro etapas signan a esa rueda: 1) la del ratón, juguetón y escurridizo, es la infancia; 2) la del oso, cómodo e hibernante, la primera adultez; 3) la del búfalo, que recorre pausadamente la pradera, es la madurez, y 4) la del águila, que sobrevuela el mundo y anima a la gente a mirar a lo alto, es la vejez. Cuando cada animal se empeña en ser otro y en abandonar sus funciones, se producen los desfasajes. El resultado de estos no es la paralización del tiempo, sino la instalación de la angustia que, más allá de lo que parezca, suele acompañar a quienes se disocian de esa manera. Como dice nuestro amigo Luis, la realidad, imperturbable, siempre nos recordará en qué tramo de la vida nos encontramos.
Quien no quiere tener la edad que tiene posiblemente estará incómodo en todas. Exiliado de su tiempo verdadero, se verá irremediablemente disfuncional y extraño en los territorios cronológicos ajenos. Decía Erich Fromm que toda persona es, a un tiempo, el escultor y el mármol de una obra que es su vida. Si el escultor se ausenta, la obra queda inconclusa. Vivir es esculpirnos..
Comentarios
04/05/2014
Muy bueno, Vivi.. Gracias por traerlo!!
04/05/2014
A vos, Susy, por leerlo y comentarlo!
05/05/2014
Muy bueno, Vivi. Coincido con vos, madurar es una opción. Y esculpirnos, un verdadero desafío y placer.
05/05/2014
Muy bueno!!! Gracias por compartirlo.
05/05/2014
Pato y Mario, muchas gracias por leerlo! Me alegra que les haya gustado.
Saludos.
05/05/2014
Muy buena nota !!
Hay que asumir el paso del tiempo con sus etapas y dignidad ...
Cariños
Sil
05/05/2014
Excelente Nota !!! Hay que saber vivir , aceptando y disfrutamdo cada etapa con sus blancos y grises .
17/05/2014
Gracias, Sil y Sil_vana por sus comentarios. Me alegra saber que compartimos este pensamiento.